CUANDO LAS COSAS SON
SENCILLAS.-
Parece que todos las
conocemos, que incluso hasta nos molesta cuando alguien nos las
recuerda, nos sentimos hasta ofendidos por que entendemos que nos
tratan como unos ignorantes.
El saber siempre ha
sido y será bueno, en tanto y cuando tenga una práctica idónea.
Dicen que no ocupa lugar, pero hay muchos que ese espacio lo utilizan
para llenarlo de incongruencias, muchas veces filosóficas,que
“mola” mucho pero que ni ellos mismo pueden dar una explicación
razonable y mucho menos proyectarla en una realidad práctica. Llena
mucho en la sociedad vocablos “cultos” en contextos disyuntos
donde uno ni sabe lo que dice, ni los contertulios entienden nada de
nada, símbolo que de la vacuidad de la exposición.
Somos paradigma de
nosotros mismos. Nos creemos más porque usamos palabras que no
tienen consonancia alguna con el tema tratado, porque sobrepasamos lo
ordinario: “eso ya lo sabía yo”
cuando al segundo
siguiente el más nimio gesto de un niño, o su risa infantil, o su
gesto “gracioso” nos sumerge en el mayor de los ridículos. “Son
cosas de niños”
Cuando decimos que
somos hombres, obviamos que fuimos niños antes y que gracias a ello
llegamos a donde nos hayamos, pero que ese poso antiguo nadie puede
anular, y que resulta una avecilla encarcelada, pero cercenarle de
la libertad de volar, su albedrío, nunca está en nuestras manos, en
muestra mente, en nuestro “poder”queramos o no, no nos permite
penetrar en su esencia, en su ser. por más que no enseñemos con
nuestra ciencia, con nuestro saber en intento vano de crear una
criatura a nuestra semejanza, porque siendo tan diminuto en
sustancia, nos sobrepasa. Lo haremos hermoso, transformando su
colores, su trino, y es posible que estemos abocados a un fracaso,
porque nadie somos quien para modificar la naturaleza, pese a que
ciertas mutaciones parezcan darnos la razón.
No crearemos nada
nuevo porque desciende de anterior existencia, solo transformaremos
algo a nuestro antojo, que pronto quedará obsoleto y si llega un
final no podremos reconocer el originario.
Solo si la suerte
anula tal despropósito y las posibilidades técnicas recobran esas
pequeñeces, su valor intrínseco nos llegará como una novedad y con
un valor añadido.
Los que no
conocieron el pasado, se arrobarán cuando aprendan el origen de esa
transformación irracional, por que si menoscabamos el original, las
copias pierden infinito valor y nunca podremos apreciar ciertamente
lo que la natura nos legó.
Las flores brotan
mucho antes de que los hombres pueblen la tierra, los niños son el
brote de la vida, sus gestos de ingenuidad, que hemos realizado con
simplicidad ingenua, el beso semi obsceno infantil, sin maldad
alguna, con la inocencia de la niñez, con el transcurso del tiempo
nos sobrevendrán como un descubrimiento asombroso de algo que
aparcamos en el olvido.
Es frase de hace
muchos años de un buen hombre, sencillo, poca cosa: “si nos os
hacéis como niños...” y agoraba grandes bienes.
No hace falta pensar
en otros mundos, vale para el cada hora diario.
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