EL DESENCANDO POR UN GENERAL
PREMISAS
Al encontrarnos con un líder, verdaderamente
no lo podemos entresacar de su entorno, En el perviven como un
presente todo un pasado, que ha ido configurando su status, tamizado
por los años, por los pensamientos, por movimientos culturales que
han transmitido durante décadas y que sin duda han ido, unos,
impregnando de ideas nuevas, según el color del cristal con que se
mire, otros, observándole con un prisma diferente, han llegado
incluso a la negación del mismo, si no a la difamación y vituperio
incesante.
A un héroe lo ensalzamos hasta tal punto de
crear en él un dios, sin darnos perfecta cuenta de estar usurpando
su mayor y mejor cualidad, nos hacemos sus creadores aparcando en la
orilla del trayecto gran parte de su pensamiento.
Sobrevaloramos sus virtudes hasta extremos
increíbles e inaccesibles para nosotros mismos. Obviamos "su
realidad" y esa realidad es la que quiere transmitirnos.
Un líder es intransferible. Su capacidad de
ser creado y recreado infinitas veces, tantas como personas lo
conozcan, harán de él un dios distinto y diferenciado, o un demonio
de igual modo.
Todo Cid, porta en sus genes, innatamente, una
doctrina, de la idiosincrasia que sea, pero que es sin lugar a dudas
la esencia misma de su ser y de su existencia.
Ello conlleva que cada uno subjetivamente,
adopta moléculas y átomos de esa naturaleza de formato dispar,
obteniendo así una nebulosa fantástica y fantasiosa la más de las
veces.
La historia nos novelará, sin duda, toda una
parafernalia de su pasado, tal como si se tratase de un aliño que
dé paladar a esa masa con la que elaborar y nimbar al personaje que
en este futuro será incluso más sublime y excelso, obteniendo con
ello la postergación y el olvido de su pasado, o valorándolo como
un mero pedestal nimio en su doctrina y aniquilando materialmente su
propia vida, para quedarnos con un ideario etéreo, muy susceptible
de ser manipulado por personas sin escrúpulos al amparo de cándidos
catecúmenos, o como fármaco multiuso a conveniencia en cada
circunstancia, o como escudo de la flaqueza de sus devotos. Siempre
existirán personas que estudiando y asumiendo objetivamente la
esencia del líder, consigan hacer perdurar la misma en su
virginidad. Unos serán nominados progresistas, otros, ventajistas,
estarán paralelamente los coritos, sin que se pueda omitir a los
puristas rancios o retrógrados. Todos contenderán por la propiedad
"espiritual" de su caudillo, contencioso que acarreará un
cúmulo de avatares de muy contradictorias polémicas y serias
consecuencias entre los suyos.
El hombre es un animal político, por ello
resulta extremadamente intrincado abstraer de estos líderes, aún
religiosos, esa connotación política con que de inmediato bañamos
como revestimiento cualquier doctrina. De hecho, cantidad de
políticos han nacido tal que semi dioses, portadores de gametos
divinos, dignos de idolatría y en ese su boato han sido
engendradores de enormes barbaries, de choques entre pueblos diversos
y entre sus mismos prosélitos.
ANTES.
El líder, Jesús, no puede tampoco escapar a
ese encuadre de político que se achaca a los demás guías pese a
ser un jefe religioso en la concepción primaria.
En el contexto de la vida en que aparece Jesús,
máxime si consideramos que es Hijo de Dios, afirmaremos con toda
lógica que su Padre preparará su advenimiento a la tierra muy
concienzudamente.
En un estudio de la Biblia encontramos una
serie de peldaños, bien entramados y nada dispersos aunque lo pueda
parecer, que van acondicionando el camino para esa su encarnación.
La cuna del pueblo judío fue Oriente Medio.
Abrahán, Padre del pueblo era oriundo de Ur, en Mesopotamia,
población cercana al Éufrates, lo que los cristianos consideran el
emplazamiento del paraíso terrenal.
Después de vivir algún tiempo en Hannan,
emigró a Canaán, lo que hoy es Palestina y que los judíos
denominaban "tierra prometida".
Iahvé ya lo domina caudillo de su pueblo:
"Vete de tu casa y de tu tierra hacia la tierra que te mostraré
y haré de ti una gran nación..." (Gen 12,1). Abrahán obedece
y llega a la tierra habitada por los cananeos y siguiendo el relato
del Génesis realiza una conquista de campamento en campamento.
Iahvé le confirma a Abrahán, cuenta con
noventa y cinco años, que será padre de un gran pueblo del que
saldrán grandes reyes. Aquí se suscribe el gran pacto de Iahvé con
su pueblo, acuerdo que hará menester la presencia de Iahvé en
incontables ocasiones, bien para liberar a su nación de sus enemigos
y conducirlos durante interminables años y senderos a lo que en su
día les prometió, o bien para reconducir sus caminos y conducta y
hacerlos perdurar en su ley.
Con posterioridad encontramos a su hijo Isaac
pactando la paz con Abimele, como jefe ya de una inminente nación.
Jacob, su hijo, por diversos problemas y la
dificultad de supervivencia en aquellas tierras, se traslada con toda
su descendencia a Egipto y "su estirpe fue tan numerosa y
alcanzaron a ser tan poderosos que la tierra estaba llena de ellos".
Se cumple así una de las grandes promesas del
pacto.
Ante tal coyuntura el Faraón y el pueblo
egipcio ven en ello una gran amenaza política debido a su potencial,
tanto económico como de personal en una hipotética guerra, bien
contra ellos mismo, bien aliados con algún enemigo del pueblo
egipcio.
Sin lugar a dudas, en un momento tan delicado o
el menos con una perspectiva amenazadora y a corto plazo, se deben
tomar medidas estabilizadoras. No se concibe a los judíos como
emigrantes integrados en su sociedad. Son considerados como un cáncer
que va extendiéndose con una celeridad alarmante y que en un momento
dado puede distorsionar su vida social, carcomer sus principios
religiosos, tan dispares y enfrentados. Se opta por la medida
política de la opresión como terapia contra los judíos, en intento
de provocar su genocidio, o su subordinación, esclavitud al fin y al
cabo.
Estas medidas, ante un linaje que sabe de
ingentes sufrimientos, de incontables calamidades, que se siente
arropado por una fuerza divina, que le ha dado pruebas irrefutables
en copiosas ocasiones, llegan a ser contraproducentes y obtienen el
efecto antagonista, esa conexión profunda en las gentes y ese clamor
unánime a Iahvé, rememorando una vez más el pacto con Abrahán.
Y es ese pacto bilateral, Iahvé-Abrahán, el
que hace a Iahvé acudir en auxilio de su pueblo y de nuevo se
encuentra en la urgencia de nombrar un caudillo que lo saque de esa
tierra donde viven en la esclavitud; Moisés. Y Moisés, junto con su
hermano Aarón serán los encargados de cumplir con la labor de
embajadores ante el Faraón.
Incontables fueron las peripecias sufridas. De
todos es notorio el inmenso esfuerzo que costó la salida del pueblo
judío de Egipto, siempre con el auxilio divino, concurrente en
contingencias graves, aniquilador en ocasiones, idólatra de sus
predilectos, conducido por la voz de Iahvé transmitida a través de
su caudillo. Nos encontramos ni más ni menos que ante una nueva
etapa de emigración, de éxodo.
Su situación anímica es la de un estado de
guerra. Tienen la exigencia congénita de la lucha contra el estado
de cosas en que se hallan inmersos. Su condición de esclavos y
reclusos en un lugar ajeno. Y Moisés, ensalzando a Iahvé en su
canto triunfal, atravesado el mar Rojo, considera a su dios como un
guerrero y nos lo expone como un dios incluso cruel con el enemigo.
Y este pueblo, en su dilatado y lastimoso
peregrinar de años y años, en circunstancias que bordean lo
insufrible, con vaivenes constantes entre su fidelidad a Iahvé y su
apostasía y desesperanza en muchos instantes de su andadura, pero
constantemente escoltado por la mirada ora encelada ora encolerizada
de su Dios va conformando políticamente: el suegro de Moisés
discrepa de que sea su yerno el único que juzgue. Le conmina a que
sea el intermediario entre Iahvé y su pueblo pero que elija entre
los presentes gente honrada y temerosa de Dios para que ejerzan de
Jueces. Será Iahvé quien dicte los primeros cánones de la Ley en
su Decálogo. Todo el libro sagrado del Éxodo es prácticamente, una
vez finalizada la narración de la salida de Egipto, un códice
pormenorizado de leyes.
Con posterioridad, según el relato del libro
II de los Reyes se realiza una reforma religiosa debido al hallazgo
del libro de la Ley en la casa de Iahvé.
Consecuencia de esta iluminación divina de las
leyes lleva pareja, la autoridad misma de la letra, que no del
espíritu, provocando unos extremismos y aberraciones desquiciadas.
No es menester retroceder hasta aquellos años para verificar este
resultado que se da en nuestros días. Ello acarreará consigo
implícito el nacimiento de una nueva casta con un poder casi
infinito considerando que viene otorgado por la divinidad: los
Jueces.
El pueblo judío acata todas estas leyes
provenientes de Iahvé y con ello firma una alianza eterna. "Todo
lo que ha dicho Iahvé haremos y obedeceremos". Con
posterioridad comprobaremos la importancia que tienen los jueces en
la vida del pueblo judío.
Con el transcurrir de la narración del Éxodo,
se va concibiendo el germen de una nación, errante, pero nación al
fin y al cabo, digamos que en el exilio y se quiera o no su conductor
es ni más ni menos que Iahvé.
Moisés es convertido en un jefe guerrero. Iahvé
le ordena muy explícitamente: "cuando hayáis pasado el Jordán,
arrojad delante de vosotros a todos los habitantes de la tierra,
destruid todas sus piedras grabadas, destruid también todas sus
estatuas y demoled todos los lugares altos". Es una orden de
conquista en toda regla y sin ningún tipo de miramiento. De nuevo en
el Deuteronomio encontramos órdenes de guerra y destrucción de los
cananeos. Con esta premisa y sugestionados por el caudillaje de
Iahvé, no es de extrañar que se lancen a la aventura de la
conquista de la tierra prometida, Es curioso echar un vistazo a las
páginas del libro de Josué y conocer la estrategia de todo un
general en la conquista de Jericó. Un compendio meticuloso de un
manual de guerra y una crónica de la misma.
"No gritéis y no hagáis oír vuestras
voces y no salga de vuestra boca palabra alguna hasta el día en que
yo os diga: ¡¡gritad!! Entonces deberéis gritar".
Ojeando el libro de los Números, nos hallamos
ante toda una constitución. En ella se fijan las fronteras, la
distribución de las tierras... Serán los Sumos Sacerdotes quienes
realizarán este quehacer, como legisladores "divinos", con
una magistratura que actuará de hecho "ex cátedra" y
surgiendo con ellos un nuevo status social: los levitas, servidores
del Templo.
En el libro I de Crónicas se lee como David,
muy entrado en años y habiendo nombrado a su hijo Salomón rey,
organiza esta clase social, componiéndola en aquel entonces treinta
y ocho mil. Veinticuatro mil dirigirían los trabajos de la casa de
Iahvé, cuatro mil harían de porteros y seis mil, escribas y jueces
y otros cuatro mil alabarán a Iahvé con los instrumentos que el
propio David había realizado al efecto.
Cierto que paulatinamente se va consolidando
orgánicamente una nación. Que Iahvé va cubriendo los pasos de esta
construcción, cumpliendo todos y cada uno de sus compromisos
contraídos en el pacto bilateral. Le había profetizado, algo que en
Dios es una visión certera y exacta, de la donación de grandes
reyes.
En aquella época la enjundia de un estado
venía dada por el poderío y autoridad que un Rey impusiera, primero
entre sus súbditos a quienes ese aura lo elevaban a la idealización
culminante, transformándose en realidad en esclavos sugestionados y
devotos de su "divinidad", por otra parte con sus
enemigos; las luchas tribales, la conquista de terrenos portaba
consigo una aversión y un odio irreconciliables. Toda muerte y
aniquilamiento estaba justificado, es más, era inexcusable, como un
soporte de ese panegírico celestial que rodea al Rey.
Revisando las páginas del II libro de los
Reyes, aparece un relato sobre el terrible exterminio que ordena
sobre la casa de Ahab, rey de Samaria, quien poseía ochenta hijos y
por orden divina las cabezas de todos ellos fueron presentadas al rey
de Israel, Yehu.
A propósito de los samaritanos, estos son
gentes oriundas de Babel y otras ciudades que el rey Asur hizo venir
y los aposentó en las ciudades de Samaria. Esta gente "al morar
allí no tenían temor a Iahvé. Y envió Iahvé contra ellos leones
que mataron a muchos de entre ellos". Sorprendidos de semejante
castigo instaron al rey que enviase a algún sacerdote suyo para que
conociesen los preceptos y costumbres de los israelitas y les
enseñase su doctrina.
En otra ocasión y ante la contumacia de
Israel, esta vez adorando al dios Baal, este mismo rey hizo reunir en
el tempo del dios pagano a todos sus siervos y sacerdotes so pretexto
de hacer sacrificios y holocausto ordenando "saca vestidos para
todos los allí reunidos. Y realizadas las oblaciones dispuso que los
ochenta soldados que tenía apostados acordonando el templo "entrad,
herirles y que no escape uno". Y los pasaron a filo de espada".
Y Iahvé, en la perpetración de ese estado
decide donarle un rey, Saúl, consagrado por Samuel; "bajando el
espíritu de Dios sobre él siendo transformado en otro hombre".
Toda esta aureola de "divinidad" da
como desenlace los grandes excesos amparados en esa procedencia
divina del poder, de atrocidades sin coto, de un sin fin de guerras
que merman la población, acrecientan el odio, de envidias y
rencillas que dimanan en intrigas y maquinaciones sobre todo en la
clase alta en esa lucha sangrienta por el poder.
El pueblo judío, como cualquier etnia, no
escapa a esta realidad tangible, No tardaron apenas años en que
surgieran las desavenencias, contiendas y celos que provocan la
división del reino de Israel. Aquí se encuentra el surgimiento de
Judá e Israel.
Esta división en el aspecto político es
germen de los primeros cismas en el espectro religioso, con la
creación de dos altares a dioses ajenos a Israel. Es una
reproducción puntual de toda una historia de su errante caminar. Se
antoja el pueblo judío un pueblo desmemoriado, veleidoso.
La primera secesión acaece con el hijo de
Salomón que lejos de oír las voces de su pueblo suplicando suavice
el duro yugo que les impuso su padre, el rey, Rehabam, lo acentúa
aún más. Los israelitas lapidan y matan a un emisario del mismo.
Este "se apresura a montar en su caballo y huir de Jerusalén".
Llegado este instante, se puede colegir que
estamos en el epílogo de la edificación del reino de Israel.
Tenemos el organigrama consumado. Clase alta, el rey, los sumos
sacerdotes, jueces; clase media: los levitas y una vez más el pueblo
llano, la clase baja. Pero este reino posee una singularidad ajena a
los otros reinos vecinos: esa mediatización perseverante de Iahvé.
Nada debe realizarse sin su consulta y su anuencia, salvo que un
proceder contrario a lo implantado sea razón más que suficiente
para una represalia dura y en ocasiones despiadada.
El pueblo israelita itera su proceder y cae en
la idolatría y por ende, ello le atrae la ira de Iahvé,
"endurecieron su cerviz".
"Desechó Iahvé toda la raza de Israel y
los humilló y los puso en manos de bandidos hasta que los echó
delante de sí". Se desgajó el reino y el nuevo rey desvió a
su pueblo del seguimiento de la ley y el castigo en esta ocasión, a
la sazón consistió "fue deportado de su tierra a Asur..."
Israel es un pueblo nómada por obligación,
como puede verificarse en todos los escritos del Antiguo Testamento.
Fue dominado por los griegos siendo rey Antíoco Epifanes, un rey
ciertamente impío, hiriéndole al pueblo israelita en lo más
profundo de sus creencias. Destruyendo todo cuanto encontró a su
paso y realizando una gran matanza.
Los escritos de los profetas están plagados de
esa continuada supervisión de Iahvé sobre su pueblo que tozudamente
se desvía de su camino y es sometido a innumerables castigos para
reconducirlo.
Es importante leer el libro de las
Lamentaciones de Jeremías, sinopsis y recuento de todas las
calamidades que le han sobrevenido al pueblo de Israel, hasta el
punto de cuestionarse el profeta la rotura absoluta del pacto de
Abrahán. "¿Acaso nos has rechazado definitivamente, te has
irritado hasta tal punto contra nosotros?".
Toda esta severidad de Iahvé se ve atemperada
en los libros de los Salmos, Eclesiastés, el
Cantar de los Cantares y Proverbios, donde
encontramos a un Dios más humanizado y al hombre que se dirige a Él
con una mayor llaneza y con una gran esperanza.
Cabría cavilar si este reino y todo su
entramado no es más que una realización parsimoniosa, una
manifestación humanizada de ese Dios, como rey, ordenador del Orbe,
necesitado, parece una paradoja, pero es así, necesitado del hombre.
Entraríamos en la parcela de la fe.
En otro terreno, agnóstico, ¿estaríamos
ante unos iluminados, justificadores de su existencia, de su
proceder, de su "divinidad"?.
Muchos son los interrogantes que nacen de estas
lecturas, de esta historia fantástica. Muchos han sido los
estudiosos, de uno y otro signo, que en estas escrituras aparecen,
con su parte de realidad, su parte de metafísica, su vestigio
profético...
Es en el Deuteronomio donde Iahvé se consagra
como Dios único, con una admonición terrorífica. "Iahvé es
vuestro Dios, Iahvé solo. Amarás pues a tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza". Basta con
ojear los capítulos 27 y 28 de dicho libro.
El profeta Daniel nos da una fecha exacta de la
llegada del Redentor, de ese caudillo que hará de Israel un pueblo
grande y este pueblo rebosante de esperanza inicia la cuenta atrás y
va eliminando ilusionado las hojas del calendario,
Llegados a este punto, trasladémonos en el
tiempo a aquel instante puntual de la historia judía.
Este pueblo judío, merecedor heroico de un
monolito a su sufrimiento, cuenta por segundos los días que restan
para el advenimiento de su rey salvador.
No debemos olvidar que esperan un liberador
magnífico, un vengador de tanto calvario, un rey que hará de su
pueblo un pueblo grande, el más poderoso de la tierra a quien todos
los demás reinos e imperios deberán someterse.
Y sí, se encuentran con un gran animador de
masas, con un orador de gran calado, a una persona con poderes
extraordinarios, divinos, obrador de portentos, pero que en principio
no difiere apenas en nada de cualquier profeta precedente.
Su primera manifestación a los doce años, con
toda seguridad que fue tomada más como la de un niño prodigio que
de un profeta o enviado de Dios. Han transcurrido muchos años de
aquel acontecimiento y varios de aquellos sabios doctores con quienes
pleiteó reposan en el valle de Josafat, otros se encuentran en un
estado senil, algunos son de su quinta e ignorantes de aquel
acontecer, se ha criado en un humilde villorrio, a la sombra de un
más que humilde carpintero sin dar señales de vida y asoma ahora a
los 30 años proclamándose el Mesías, el Hijo de Dios.
El pueblo inmerso en un estado de ansiedad tal
que en ese momento cualquier orador de verborrea fácil, cualquier
mago o milagrero podría sin mayor adversidad producir el efecto que
se realiza en Jesús.
En la clase pobre, siempre la más castigada
por todos los motivos, guerras, estatus social, hambre...provoca un
halo de bienvenida, y entienden en su mensaje una doctrina de
liberación, pero no debemos obviar que se trata de una liberación
material y muy concreta la que colmará su esperanza.
Y enfrente se encuentran con un personaje
extraordinario, si, pero muy lejos de la realidad, del ensueño que
se han forjado, es más, con un ideario totalmente adverso a su
mentalidad.
No debe cogernos por sorpresa su extrañeza al
oír las palabras y el mensaje del perdón a los enemigos, ellos que
han padecido innumerables escarnios, grandes razias, esclavitud,
éxodo cuasi eterno, doctrina que hace añicos todo su esquema, que
tira por tierra toda la doctrina de los profetas, que profana la
alianza de un Iahvé liberador y vengador con su pueblo.
En esta situación se comprende la facilidad
que tienen las autoridades, los sumos sacerdotes para embaucarlos y
conseguir todos sus propósitos.
Por contra en el poder, los sentimientos
provocados son de temor. Los doctores y jueces no ven en El al
Mesías, porque tampoco cuadran sus actividades en sus parámetros.
Su miedo radica en la posibilidad de una rebelión de masas que haga
tambalear su estatus de poder.
Ellos no son ignorantes, son personas cultas y
contemplan ante si a un hombre con gran poder de convocatoria entre
la clase baja, capaz de arrastrar tras de sí a cientos de personas
con una doctrina si duda muy peligrosa para ellos. Un hombre
suficiente, capaz de enfrentar y poner a parir a la misma
representación de Iahvé en la tierra.
Un pueblo sometido cuando halla un líder de
estas características, se involucra en esa apología y puede
resultar un gran peligro.
Su sapiencia, su astucia de políticos
consumados, les hace llegar a la comprensión de que para descabezar
esa "revolución", debe emanar del pueblo mismo, soberano,
pese a todo, para dar y quitar, el rechazo al mensaje salvífico de
Jesús.
No resulta práctico ni sensible en dichas
circunstancias el enfoque político por consistir en un terreno
resbaladizo y peligroso. La muchedumbre es una realidad contrastada,
sigue a Jesús por ese poder de arrastre, también por el poder
sorpresivo de su doctrina, sin negar el poder de convocatoria de sus
numerosos prodigios.
Tocando este tema, es inexcusable la reacción
del pueblo, por tanto es menester tocar el lado sensible que no puede
ser otro que la desilusión. Hay que arruinar esa esperanza de
liberación, esos anhelos de grandeza. Este pueblo necesita ser
inyectado con ideas contrarias al mensaje de Jesús, hacerle notorio
que dista mucho de ser el Mesías, el enviado de Iahvé para la
redención de Israel.
Políticos como son, entienden que su juego ha
de desarrollarse a dos bandas. No mentar para nada el aspecto
político ante sus gentes y jugar con él ante Roma y viceversa,
dejar aparcado el tema religioso en la conversación con Pilatos y
alimentar a la muchedumbre con el desencanto, en el fraude.
La historia nos relata cómo fueron unos
verdaderos ingenieros de la dialéctica, de la persuasión, del
movimiento de masas. El resultado ahí está presente: La
Crucifixión.
JESUCRISTO
Se han cumplido los días profetizados por
Daniel e Israel aguarda con impaciencia la venida de su Mesías.
Como tal Dios, su concepción no puede ser cosa
de hombres y es engendrado en María por el Espíritu Santo. "La
concepción de Jesús fue así: Habíase desposado su madre María
con José y antes de que cohabitaran, se halló en cinta por obra del
espíritu Santo".
Es la narración sencilla de san Mateo. Se suceden
prodigios en su natalicio tales como la estrella que guía a los
Reyes Magos...
Esta misma maravilla va a traer consigo ya el
primer acontecimiento político de la vida de Jesús. Herodes recibe
la noticia de su natividad por boca de los Magos de Oriente y
sintiéndose engañado por no haber regresado estos a comunicarle lo
que han visionado, montando en cólera conmina a sus soldados a que
exterminen en Belén y sus alrededores a todos los niños menores de
dos años.
Este edicto apremia a José y María a
abandonar precipitadamente su residencia en Belén, alertados por un
ángel y ponerse en camino a Egipto. En tan corto espacio de su
existencia ya nos hallamos ante un Cristo refugiado político.
Realmente Herodes teme que sea Él quien venga como Rey de Israel y
ciertamente ve peligrar su cargo. Se podrá argumentar que Jesús es
un niñito aún pero no es menos cierto que él es la causa de esta
fuga al país de los faraones. "De Egipto llamé a mi hijo",
cumpliéndose así la profecía de Oseas.
Regresaron a la muerte de Herodes y localizaron
su residencia en Nazaret.
Iahvé que ha ido acondicionando durante
cientos de décadas este instante, sigue con mimo todo el devenir de
su hijo en los años de infancia colmándole de sabiduría, en tanto
iba creciendo y se vigorizaba, nos narra san Lucas.
En una de las anuales asistencias a la fiesta
de Pascua en Jerusalén, Jesús, con doce años solamente,
aprovechando el jaleo y la gran cantidad de gente y caravanas se
queda en la ciudad sin que sus padres lo advirtiesen. Sin temor a
equivocarnos podemos aseverar que nos hallamos ante su primer
discurso político de Jesús. Es de vital importancia darnos cuenta
que Jesús discute, pregunta y responde a los doctores de la Ley, los
máximos entendidos y guardianes escrupulosos de la doctrina judía,
dejándoles boquiabiertos durante tres días que tardan sus padres
en encontrarlo en el Templo.
Jesús desaparece de la vida social y se dedica
al trabajo cotidiano en Nazaret. Será a sus treinta años cuando
comience propiamente su vida pública. Lo hace en Galilea.
No parece normal que un líder no lleve un
acompañamiento de discípulos que sigan su doctrina para que con
posterioridad sea conservada y tenga una continuación en el tiempo.
Va seleccionando poco a poco los que serán sus discípulos. No ha
menester de personas sabias, de gente de alta alcurnia y bien situada
socialmente, escoge a personas sencillas, del pueblo llano. También
les deja muy claro cuál ha de ser su función social: "vosotros
sois la sal de la tierra...". Con toda su sencillez los ha
colocado a la cabeza de la vida social. Tener en cuenta ahora el gran
valor de la sal en aquella época.
Y llegan las primeras controversias y
precisamente en su pueblo Nazaret. No tiene nada de sorprendente dado
que todos creen conocer su origen humano. Ha comenzado su periplo de
pláticas y les cae arrogante a sus vecinos que se declare Hijo de
Dios, si bien reconocen su sabiduría, la facilidad de diálogo, pero
le instan a que realice en su pueblo algún prodigio como la ha hecho
en Cafarnaúm y en otras ciudades.
"¿No es este acaso el hijo de José y
María?". Jesús se niega en redondo.
Paulatinamente va configurando lo que será sin
duda su doctrina. En la alocución del monte deja ya un bosquejo
importante con las bienaventuranzas. Sorprende su doctrina sobre los
enemigos, máxime en una población que ha estado siempre en guerra,
que ha soportado infinidad de vejaciones por parte de sus rivales.
"amad a vuestro enemigos, haced el bien a lo que os aborrecen".
Sin duda que no lo entienden pero comprueban que su doctrina es
contradictoria con la suya, que sus palabras hacen que mezclado con
sus milagros sean ingente la muchedumbre que sigue su caminar. Jesús
se lamenta de que aunque oyen su mensaje, presenciando sus prodigios
no sean capaces de llevar a cabo, a realizar lo que su doctrina
implica. "¿Porqué me llamáis ¡Señor, Señor! y no
hacéis lo que os enseño?". En ese mismo discurso expone un
pequeño bosquejo de en qué consistirá su justicia.
Todo este efecto de multitudes acapara la
atención de los que se convertirán de ahora en adelante en sus
enemigos, temerosos de que les arrebate sus seguidores: los escribas
y fariseos. Son ellos los veladores de la ley que han despojado de su
espíritu y se limitan a cumplir escrupulosamente la letra. Le
requieren para que sus discípulos y El mismo cumplan las
tradiciones. Y Cristo les cita a Isaías: "Este pueblo me honra
con los labios pero su corazón está muy lejos de mi". No
pueden admitir que los milagros sean obra de Dios y los vinculan con
Belcebú. Ante estas calumnias les ofrece una máxima política,
"todo reino cuyos partidos se hacen la guerra será desolado".
Existirán a lo largo de los tres años de
predicación numerosos encontronazos que tendrá con ellos, a los que
sin el menor amedrentamiento, pese a su gran poder, los critica
agria y ferozmente: "guardaos de la levadura de los fariseos y
escribas. Sobre la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y
fariseos, practicad lo que ellos os dicen, pero no hagáis lo que
ellos hacen". "Ay de vosotros escribas y fariseos
hipócritas". Estas y otras muchas lindezas tendrán que oír
muy a su pesar. Ya el Sanedrín tenía en mente su apresamiento y
ajusticiamiento. Han enviado a sus esbirros para que lo arresten pero
estos se ven sorprendidos por la gran cantidad de gente que le sigue
y se quedan prendados de su palabra y vuelven al mismo para ser
increpados por los sumos sacerdotes y fariseos y escribas.
Cristo de todos modos nunca se deslinda de la
doctrina escrita en los libros sagrados ni en sus deberes como
ciudadano. Paga religiosamente sus tributos al Templo, obrando el
milagro de la moneda en la boca del pez, manifiesta su idea clara de
separación de las cosas terrenas de las divinas, "lo que es del
Cesar devolverlo al Cesar. Y lo que es de Dios a Dios".
El pueblo sigue a Jesús, bien porque les da de
comer, bien porque sana sus enfermedades, bien porque ven en Él a un
profeta, pero nadie, ni por asomo ve en Cristo a un rey tal y como
están esperando, tan es así que se preguntan: "¿cuándo venga
el Mesías hará mayores milagros que este?".
Únicamente el rey Herodes parece tomarse el
asunto en serio. Le van llegando noticias de la actuación
extraordinaria del Maestro y cavila preocupado con su Consejo,
medroso y consternado. "¿Quién es ese hombre de quien oigo
tales cosas?". Y en su ánimo estaba el tener un encuentro con
Jesús. Estas intrigas llegan a oídos de Cristo quien responde a los
emisarios: "sabe que expulso demonios y que obro curaciones hoy
y mañana y los días que vengan siga yo mi camino porque no cabe que
un profeta muera fuera de Jerusalén".
Otra de sus actuaciones avalando su poder
sucede en el Templo al observar la profanación que está sucediendo
y enfurecido trenza un látigo y arremete contra los traficantes de
mercaderías y animales desalojándolos del lugar. Y es en ese
momento cuando ya agora su muerte. "Destruid el Santuario y
dentro de tres días lo levantaré". Frase que se les hace del
todo ininteligible a los judíos, orgullosos de su Templo y que ha
costado su construcción cuarenta y seis años. Se presentan entonces
los sumos sacerdotes, escribas y ancianos y exigen una aclaración
relativa a con qué autoridad realiza hechos como el ocurrido. La
astucia de Jesús les pone en un dilema. Les interroga sobre la
procedencia del bautismo de Juan: ¿del cielo o de los hombres?..
Entienden que están metidos en una ratonera y
sus serias deliberaciones: si respondemos que de los hombres el
pueblo se nos echará encima porque cree en Juan, si de Dios sería
aprobar lo dicho por el profeta y admitir a Jesús, les aconsejan un
mutismo total al que el Maestro responde de idéntica forma.
En este discurrir de la vida de Jesús, poco a
poco va organizando lo que será a posteriori su reino. Sus
apóstoles, como en un noviciado, son enviados a predicar. Es
menester que vayan fogueándose en lo que luego ha de ser su labor
primordial. Nombra su sucesor en la cabeza de Pedro. Pedro, ese
hombre cazurro, mayor con respecto a los otros, es constituido en
lugarteniente después que el Maestro sea ejecutado. Todos someterán
su ministerio a este hombre, rudo e indocumentado, pero que será
transformado en un auténtico jefe.
Se observa también, lo mismo que ocurre en
todo poder, la ambición por el maestro entre los compañeros del
grupo. Así la madre de los Zebedeos, Juan y Santiago, se presenta
ante Jesús para solicitarle que coloque a sus hijos, uno a la
derecha y otro a la izquierda en el Reino de los cielos. Esta
solicitud provoca las iras de sus compañeros ciertamente celosos y
ansiosos de ostentar tal poder y privilegio. Cristo en esta
circunstancia se muestra enérgico y parece muy claro que no está
decidido a dar la mínima opción a ninguno de los suyos sobre la
categoría que han de ostentar. Aquel que algo quiera tendrá que
ganárselo a pulso. Lo tienen que tener siempre presente.
"¿Podéis beber el cáliz que yo voy a
beber o ser bautizados con la sangre con que yo voy a ser
bautizado?... El cáliz que yo bebo, beberéis vosotros, pero el
sentarse a mi diestra o a mi izquierda no me pertenece a mi
concederlo".
En la última cena se repite un hecho análogo,
un cierto altercado porfiando sobre quien sería considerado como el
principal entre todos.
Reúne a todos y les dé una plática política
de primera magnitud.
"Ya sabéis que los que son tenidos como
jefes en las naciones, gobiernan tiránicamente a los súbditos y los
grandes entre ellos ejercen la autoridad vejándolos. No debe ser así
entre vosotros, el que quiera ser el primero de vosotros será
esclavo entre ellos".
Esta alocución tiene su prolongación en la
última cena, "Los reyes de los pueblos los tiranizan y los que
los avasallan se llaman bienhechores".
En estas disputas los apóstoles demuestran que
no han alcanzado a discernir el reino de Dios, que en ellos subsiste
la idea material de ese rey terrenal, que no han deducido nada de las
pláticas del Maestro manifestándoles la esencia de su Reino.
Vamos a encontrarnos el único momento en que
el pueblo judío asume la categoría de Rey en Jesús. Se trata del
instante en que tomando un pollino y cabalgando sobre sus lomos entra
en Jerusalén. "Bendito el que viene, el Rey, en nombre del
Señor" aclama la muchedumbre a voz en grito.
Este espectáculo no puede por menos que
ofender en lo más recóndito de su alma a los fariseos.
"Maestro reprende a tus discípulos"
es su súplica airada. "Os aseguro que si ellos callan hablarán
las piedras". Es el evangelista Lucas quien nos narra este
suceso en su libro. Juan también se explaya sobre este
acontecimiento: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey
de Israel! Y Juan matiza clarividentemente cual es la razón de esta
acogida tan multitudinaria y que hace agitarse los cimientos de las
autoridades de Israel. Porque habían oído el milagro de la
resurrección de Lázaro. Así como los demás evangelistas hacen más
una crónica histórica de la vida de Jesús, es san Juan quien
verdaderamente se dedica a exponer el espíritu y la doctrina de
Cristo, es el teólogo del Señor.
Interpretando el estado de Israel en esos días
nos hallamos ante una verdadera dictadura promovida por la clase
eclesial, dotando al pueblo de unas leyes estrictas, ordenancistas,
donde prima ante el espíritu de las mismas, la letra, letra que se
cumplirá inflexiblemente con puntos y comas.
Impera el recelo y el terror y vemos como son
contados los hombres de la alta sociedad los que arriesgan a ser sus
seguidores por temor a ser separados y echados de la Sinagoga,
verdadero Congreso de los Diputados, Todo el mundo tiene que pasar
por el cedazo de esta autoridad y esta autoridad ve que por unas
causas u otras la gente les va dejando de lado y es necesario
retomar el primitivo estado de cosas y no conciben otra alternativa
que la muerte del líder. Llevan maquinando, tiempo ha, la manera y
sobre todo el raciocinio de los motivos que les ha inducido a ello.
Temen al pueblo pero entienden que el pueblo es frágil de memoria e
incluso un tanto inconsistente en su fe, como lo ha venido
demostrando a los largo de los anales de la historia. Esperan por
ello una ocasión propicia y entonces nadie ni nada los detendrá.
En tanto, Jesús, impávido a estos avatares,
va preparando el final de su legislatura, comunicando a sus
discípulos por medio de sus parábolas o metáforas semejante
advenimiento y ellos que han convivido durante tres años con El no
entienden nada de nada. "Destruid este Templo y en tres días lo
reedificaré". En otras ocasiones se lo manifiesta con meridiana
claridad, hasta tal punto que debe retirar con acritud a Pedro y
disuadirlo de su intento de apartar de la mente obtusa del pescador
la idea de convencer a Jesús de la inutilidad de su sacrificio.
"¡Vete, quítate de delante, Satanás!, pues tienes miras
humanas y no según Dios".
La existencia de tránsfugas es tan antigua
como la vida misma, al igual que los vendedores de sus ideas al mejor
licitador y Jesús no puede tampoco escapar a este factor. Conocedor
del futuro es conocedor de la traición a que va a ser sometido por
uno de los suyos. "En verdad os digo: uno de vosotros, uno que
come conmigo me entregará". Aquellas palabras cayeron como una
losa. Fácil es imaginar el acoquinamiento que sentían esos hombres,
incrédulos ante tal noticia, temerosos de poder cometer tal
desvarío, porque aún cuando hay un cúmulo de cosas e ideas que no
llega a abarcar su mente humana, lo cierto es que han llegado a
amarlo con todo el amor de que aquella gente sencilla y humilde es
capaz.
Estando cenando, Judas Iscariote se ausenta del
ágape sin que nadie de los comensales le dé la mínima
trascendencia, sumidos como están en ese estado de misterio, ante
una situación que se les antoja ácida y suponiendo que marcha a un
encargo, tesorero como es del grupo.
Caminó hasta la Sinagoga y allí les ofreció
a los sumos sacerdotes la entrega en un momento concreto de Jesús.
Había llegado la hora, ¿qué mejor ocasión que la que se les
presentaba delante? Nada menos que uno de los suyos iba a entregarle
al Nazareno. Se frotaron las manos de satisfacción y prometieron
recompensarle con dinero, treinta monedas de plata era su precio.
Jesús es prendido en el huerto de Getsemaní.
Ha sudado sangre al visionar todo el sufrimiento que le sobreviene,
multiplica su dolor el no poder contar en aquellos momentos de
angustia, trágicos con la compañía de sus íntimos, Pedro, Juan,
Santiago, que duermen como si tal cosa. Se oye el tumulto de una
turba de gente que se acercan con garrotes y lanzas y Jesús, con
docilidad aguanta estoico la postrera traición de su compañero de
viaje y recibe en su mejilla el beso del infiel Judas, señal
inequívoca para que la autoridad arremeta contra El.
Ahora se podrá verificar la desmesurada
autoridad de la clase sacerdotal y de los escribas. "Fue Jesús
conducido ante el Pontífice". Estamos ante un juicio político
en toda regla. Es perentorio encontrar una causa razonable para su
muerte. No hay que reparar para nada en los métodos, "compraron
testigos falsos", ni las maneras, pero todo resultó inútil. La
llegada de dos testigos que aseguraban haberle oído decir que era
capaz de destruir el Templo y reedificarlo en tres días pareció
despertar del letargo a Caifás quien estaba más que molesto por la
actitud de silencio del reo y preguntándole en nombre de Dios, si
era el hijo de Dios, el Mesías, se revolvió como una culebra. Jesús
responde afirmativamente. Todos los reunidos siente un alborozo
extraordinario y sus ojos henchidos de odio están a punto de salirse
de sus órbitas, por fin, por fin, han encontrado una causa por la
que juzgarle y por supuesto condenarle; "ha blasfemado".
El estado de Israel en aquellos años estaba
bajo dominio de Roma y el procurador era a la sazón Poncio Pilatos.
Ante este hombre que dista mucho de entender de qué va la cosa es
presentado Jesús y ante este hombre contesta con firmeza y afirma su
condición de rey.
De sobra entendían las autoridades judías que
el argumento que habían hallado en el Sanedrín para condenar a
Cristo no era válido para los romanos, de ahí la necesidad de
encontrar otra causa para su condena ante el Procurador.
Nada mejor que acusarlo de soliviantar al
pueblo, de prohibir el pago de los tributos a Roma (recordar aquí su
frase. "al Cesar lo que es del Cesar...", se proclama
Mesías y Rey, argumentos que consideran óptimos para agitar la
cólera de Pilatos y ver en ese hombre un potencial peligro para el
Imperio. La estoicidad manifiesta, la impavidez y firmeza en sus
respuestas agotan las acusaciones de sus enemigos y Pilatos debe
manifestarles que no lo encuentra culpable de cuanto le acusan.
Es conducido a Herodes, por ser galileo. Tiempo
hacía que el Tetrarca deseaba conocer a Jesús en persona, muchas
eran las noticias que le llegaban a su palacio de maravillas,
milagros y doctrina, y ahora lo tenía allí, delante de su rostro,
como en calidad de reo. Siquiera consiguió palabra alguna de la boca
de Cristo. Estaba comiéndose los hígados y ante su desesperación
optó por mofarse vistiéndole de rey. Pese a todo, tampoco el rey
Herodes es capaz de condenarlo.
De nuevo remitido ante Pilatos, hombre que
parece justo y que opta por una postura cómoda como es juzgarlo
ante la plebe, así su condena no manchará su conciencia.
En tanto, los sumos sacerdotes, escribas,
fariseos están realizando una ingente labor de proselitismo,
enfervorizando a la muchedumbre para que solicite la crucifixión de
Jesús.
No estando el Procurador convencido de tales
cargos y sabedor de que había sido entregado por envidias quiso
quemar el último cartucho y adopto una solución salomónica.
Suponía que presentándoles un homicida y ladrón y la disyuntiva
entre Barrabás y Jesús, el pueblo escogería la libertad del
maestro. ¡Que poco conocía la manipulación de la que había sido
objeto el pueblo!
Como era costumbre por la Pascua soltar a un
reo así lo hizo. El pueblo presa de una intoxicación por parte de
las autoridades eclesiásticas, permanecía ofuscados por las ideas
que en ellos habían infiltrado sus jerarquías.
¡¡Que suelten a Barrabás!! Pilatos se
encuentra acorralado y no encuentra salida. Lo manda azotar como
postrero recurso en su poder y de nuevo lo muestra al pueblo con un
aspecto lastimero y coronado de espinas. Espera conseguir con esta
imagen desoladora la misericordia de aquella plebe exaltada. El
resultado es el contrario, la gente vocifera con mayor ahínco.
La alta jerarquía que odia a muerte a los
romanos, no siente el menor rubor de renunciar a sus ideales, de
venderse al enemigo, sin con ello consigue su objetivo primordial:
condenar a Jesús. Semejan vasallos celosos y fieles de Roma. "Si
sueltas a ese no eres amigo del Cesar, porque todo aquel que se
profesa rey va contra el Cesar".
Esgrimidos cuantos argumentos tenía en su
mano, Pilatos se ve en la tesitura de soltar a Barrabás y condenar
al Mesías. Firma una sentencia que él comprende no es ecuánime
pero la inquietud por las algaradas y el temor al mismo Cesar es más
fuerte que sus convicciones. "Tomando agua se lavó las manos,
"Soy inocente de la sangre de este justo".
Y el pueblo entero se transfigura. Aquellos que
han comido panes y peces, que han quedado estupefactos por la
resurrección de Lázaro, que han admirado la curación de leprosos,
ciegos... que han quedado boquiabiertos ante la doctrina
sobrenatural, todos sufren un ataque inopinado de amnesia total.
Su jerarquía ha conseguido transformarlos en
enemigos pletóricos de odio, sedientos de sangre. Ellos han sabido
tocar el punto débil de la población, han alcanzado la meta
propuesta.
El campo estaba muy bien abonado desde siempre.
El pueblo espera un rey que lo libere, en este caso de los romanos,
un rey que los haga grandes y temidos, que domine la tierra y todo el
mundo se pose como escabel a sus pies.
Jesús es admirado por toda su trayectoria en
sus tres años de vida pública pero ha tenido la osadía de
proclamarse rey, un rey con un ejército de pobres hombres,
desarmados, timoratos, con una doctrina contraria a la de Iahvé,
"perdonad a vuestro enemigos".
Su fin: pasará a la historia como un profeta
más y con el mismo final que casi todos ellos.
Se entiende que Jesús les ha desengañado y
esa frustración ha calado hondo en la población. La espera del
pueblo judío ha sido casi eterna y ahora que se ha cumplido el
tiempo, se encuentran con que todo cuanto prometió Iahvé se ha ido
al garete.
No existe ningún libro sagrado que no esté
repleto de grandes augurios, que no manifieste el amor de Iahvé por
el pueblo predilecto, de demostraciones prodigiosas, también de
castigos ejemplares para la reconducción al buen camino.
Ha enviado delante de si a grandes patriarcas,
a próceres profetas, reyes y jueces gloria del pueblo israelita y
todo ello, ¿para qué?, se preguntan. Y la respuesta es huera. Se
restriegan los ojos intentando quitarse esa pesadilla que les corroe.
No, no puede ser.
Es conceptible una desesperación y un
desencuentro con quien hace alarde de ser el Mesías esperado, el
Salvador de Israel y se comporta de manera anómala, contradictoria
incluso a lo que de él se esperaba para su pueblo.
En buena lógica, ese, a su manera "engaño",
tiene que suscitar un odio eterno, inconmensurable.
Obvio pues, que teniendo unos políticos que
saben tocarle la fibra al pueblo llano, este se lance contra el
embaucador y lo realice ciego de cólera, al modo de bestia furibunda
atacada por la enfermedad de la rabia. No son ellos, son unos posesos
incapaces de poner freno a su ira...
Sobre la cruz han colocado el letrero I.N.R.I.
Jesús Nazareno, rey de los judíos. Es la proclama de su condena.
Ha andado Jesús sobre un campo minado y solo
ha hecho falta una chispa que iniciara la explosión.
En política, hemos aprendido, que es menester
muchas veces saber bandear, tratar de sortear astutamente ciertas
situaciones, realizar infinitas promesas a un pueblo que al día
siguiente queda decepcionado y que sumiso recurre de nuevo a la
llamada de los mismos y trastoca su desilusión en perspectivas, en
un nuevo señuelo que verá roto al poco tiempo para ir perdurando el
rito constantemente,
Llegados a este punto, trasladémonos en el
tiempo a aquel instante puntual de la historia judía.
Este pueblo judío, merecedor heroico de un
monolito a su sufrimiento, cuenta por segundos los días que restan
para el advenimiento de su rey salvador.
No debemos olvidar que esperan un liberador
magnífico, un vengador de tanto calvario, un rey que hará de su
pueblo un pueblo grande, el más poderoso de la tierra a quien todos
los demás reinos e imperios deberán someterse.
Y sí, se encuentran con un gran animador de
masas, con un orador de gran calado, a una persona con poderes
extraordinarios, divinos, obrador de portentos, pero que en principio
no difiere apenas en nada de cualquier profeta precedente.
Su primera manifestación a los doce años, con
toda seguridad que fue tomada más como la de un niño prodigio que
de un profeta o enviado de Dios. Han transcurrido muchos años de
aquel acontecimiento y varios de aquellos sabios doctores con quienes
pleiteó reposan en el valle de Josafat, otros se encuentran en un
estado senil, algunos son de su quinta e ignorantes de aquel
acontecer, se ha criado en un humilde villorrio, a la sombra de un
más que humilde carpintero sin dar señales de vida y asoma ahora a
los 30 años proclamándose el Mesías, el Hijo de Dios.
El pueblo inmerso en un estado de ansiedad tal
que en ese momento cualquier orador de verborrea fácil, cualquier
mago o milagrero podría sin mayor adversidad producir el efecto que
se realiza en Jesús.
En la clase pobre, siempre la más castigada
por todos los motivos, guerras, estatus social, hambre...provoca un
halo de bienvenida, y entienden en su mensaje una doctrina de
liberación, pero no debemos obviar que se trata de una liberación
material y muy concreta la que colmará su esperanza.
Y enfrente se encuentran con un personaje
extraordinario, si, pero muy lejos de la realidad, del ensueño que
se han forjado, es más, con un ideario totalmente adverso a su
mentalidad.
No debe cogernos por sorpresa su extrañeza al
oír las palabras y el mensaje del perdón a los enemigos, ellos que
han padecido innumerables escarnios, grandes razias, esclavitud,
éxodo cuasi eterno, doctrina que hace añicos todo su esquema, que
tira por tierra toda la doctrina de los profetas, que profana la
alianza de un Iahvé liberador y vengador con su pueblo.
En esta situación se comprende la facilidad
que tienen las autoridades, los sumos sacerdotes para embaucarlos y
conseguir todos sus propósitos.
Por contra en el poder, los sentimientos
provocados son de temor. Los doctores y jueces no ven en El, al
Mesías, porque tampoco cuadran sus actividades en sus parámetros.
Su miedo radica en la posibilidad de una rebelión de masas que haga
tambalear su estatus de poder.
Ellos no son ignorantes, son personas cultas y
contemplan ante si a un hombre con gran poder de convocatoria entre
la clase baja, capaz de arrastrar tras de sí a cientos de personas
con una doctrina si duda muy peligrosa para ellos. Un hombre
suficiente, capaz de enfrentar y poner a parir a la misma
representación de Iahvé en la tierra.
Un pueblo sometido cuando halla un líder de
estas características, se involucra en esa apología y puede
resultar un gran peligro.
Su sapiencia, su astucia de políticos
consumados, les hace llegar a la comprensión de que para descabezar
esa "revolución", debe emanar del pueblo mismo, soberano,
pese a todo, para dar y quitar, el rechazo al mensaje salvífico de
Jesús.
No resulta práctico ni sensible en dichas
circunstancias el enfoque político por consistir en un terreno
resbaladizo y peligroso. La muchedumbre, es una realidad contrastada,
sigue a Jesús por ese poder de arrastre, también por el poder
sorpresivo de su doctrina, sin negar el poder de convocatoria de sus
numerosos prodigios.
Tocando este tema, es inexcusable la reacción
del pueblo, por tanto es menester tocar el lado sensible que no puede
ser otro que la desilusión. Hay que arruinar esa esperanza de
liberación, esos anhelos de grandeza. Este pueblo necesita ser
inyectado con ideas contrarias al mensaje de Jesús, hacerle notorio
que dista mucho de ser el Mesías, el enviado de Iahvé para la
redención de Israel.
Políticos como son, entienden que su juego ha
de desarrollarse a dos bandas. No mentar para nada el aspecto
político ante sus gentes y jugar con él ante Roma y viceversa,
dejar aparcado el tema religioso en la conversación con Pilatos y
alimentar a la muchedumbre con el desencanto, en el fraude.
La historia nos relata cómo fueron unos
verdaderos ingenieros de la dialéctica, de la persuasión, del
movimiento de masas. El resultado ahí está presente: La
Crucifixión.
De todas maneras los escribas y fariseos no las
tiene todas consigo y tomando como excusa que su cuerpo pudiera ser
robado por sus discípulos y comentar con posterioridad que había
resucitado, se dirigen de nuevo, el día siguiente, a Poncio Pilatos
para pedirle que coloque vigilancia en el sepulcro. Recuerdan
aquellas palabras proféticas de la destrucción del Templo, y
sospechan que deba tratarse de su cuerpo.
Al tercer día Cristo resucita y confirma su
cualidad de Mesías, en quien se han ido cumpliendo todas y cada una
de las predicciones de los profetas.
Si hasta los apóstoles no podían dar crédito
a la noticia de las mujeres que acudieron al sepulcro, mucho menos
podían darle los escribas y fariseos y todo fueron calumnias y
maledicencias.
Era vital de necesidad que la noticia no se
propagase entre la población del lugar. Tal conocimiento acarrearía
un desprestigio, una sorna y sin duda lo que más les amedrentaba era
la ira del pueblo, tan voluble en ciertas situaciones. En una reunión
del Sanedrín se acuerda recoger una copiosa suma de dinero y dársela
a los guardianes de la tumba. La orden: propagar que los discípulos
durante la noche mientras ellos dormían se habrían apoderado del
cadáver. Aplacaron su temor a ser castigados, pues esta comunicación
los ponía a ellos en un brete ante el Procurador, diciéndoles que
no temiesen nada, que ellos se encargarían de interceder ante
Pilatos para que ninguna represión les sobreviniese. Así lo
hicieron y se divulgó esta versión entre los judíos y perdura
hasta el presente.
Aquí no importa el procedimiento, el método,
sino la eficacia y el resultado que ello dé.
Como puede comprobarse este sistema de embaucar
al pueblo ha existido desde siempre. Es irremediable parar al menos
el primer golpe y que las aguas surquen su cauce con mansedumbre,
después el golpe será más fácil de controlar si es que llega a
descubrirse.
¿Cómo podían ser los apóstoles, personas
tan pusilánimes, que permanecían encerrados por acojono de las
turbas, quienes robaran el cuerpo de Cristo?
DESPUES
Cristo ha resucitado y salvo raras apariciones
sus discípulos permanecen encogidos, arrinconados, temerosos de
cualquier represalia por parte de los judíos.
Todo el basamento de la historia Sagrada está
en estos momentos en entredicho. Parece que la espera ha sido inútil
a tenor de los resultados, La gente está desengañada, todos sus
esquemas han caído rotos en añicos. ¿Qué esperanza les queda?
Vamos a tener que encontrarnos con la mano de
Dios que guía a su pueblo de nuevo, como en una era estrenada y que
parece que va a romper con todo lo anterior.
Hay que transformar a esos apocados hombres y
mujeres en aguerridos luchadores que no dudaran de dar la vida por su
Maestro,
Han de ser ellos, impelidos por la fuerza del
Espíritu Santo los que continúen la labor de Jesús, los que
expandan la doctrina por todos los rincones del orbe, manifestando
con su poquedad que ello es obra de Iahvé.
Pero nos daremos cuenta a través del tiempo
que esta incipiente Iglesia, esta embrionaria nación irá
paulatinamente componiendo todos los estamentos necesarios para que
llegar a lo que hoy día vemos.
De nuevo nos encontramos prácticamente en el
punto de arranque, en el punto cero.
Cristo no ha dejado más que un mensaje
escatológico. Se ha limitado tan solo a ordenar a su sucesor, pero
sin que haya configurado una organización con un mínimo de solidez
para una estructura tan compleja como lo que se pretende con su
ideología. Eso y el mandato de "id y predicar la buena nueva a
todas las gentes del universo"...
Los primeros tiempos son también todavía de
persecución. Entendamos que pese a la muerte de Jesús, existe una
célula diminuta, pero célula al fin, con una ideología peligrosa
para el status social de la clase gobernante en Israel.
Está todavía muy fresco en la mente popular
los acaecimientos recientes y la duda sobre la resurrección y en
aquellos tiempos la gente se deja engatusar con falsos profetas, con
magos que proliferan sin control...
Producto de este esbozo dejado inacabado por
Cristo, los discípulos, sin organización definida, basan su
asamblea, su sistemas de convivencia como una comunidad igualitaria,
donde todo es de todos y todos son para todos.
Al igual que en tiempos pretéritos, ahora por
mor de Pedro, toda esa doctrina estará refrendada por hechos y
castigos muy graves al igual que Iahvé con su pueblo en los años de
desierto. Ananías después de haber vendido una casa y haberse
quedado parte del dinero es reprendido por Pedro cayendo a tierra y
expirando, al igual de que esposa, es un ejemplo.
Estos humildes discípulos, transformados por
el Espíritu, van realizando obras maravillosas, curaciones
extraordinarias, y el pueblo de nuevo se rinde ante tales prodigios.
De nuevo renace en ellos un hito de esperanza, sin que probablemente
en principio sea la doctrina la que les lleve a seguirlos, sino que
al igual que con su Maestro, el pueblo seguirá mientras observe los
milagros.
Conocedoras las autoridades eclesiásticas de
este movimiento que pretendieron en su día abortar han de volver a
poner manos a la obra para cortar por lo sano este novel brote de
insurrección y apresan a los apóstoles y los encierran en la
cárcel. Dios que va a seguir marcando las pautas de todos los
advenimientos los rescata por medio de unos ángeles. Solo Gamaliel,
fariseo y docto del Senado supo argumentar con sabiduría el estado
de las cosas. "Dejadlos estar, que si es cosas de los hombres
tarde o temprano desaparecerá, tal como ha ocurrido con otros
cabecillas que con su muerte, fue la muerte de su movimiento. Si es
de Dios perdurará y no es cuestión de enfrentarnos contra Iahvé”
Como el movimiento va tomando un auge y el
acrecimiento de seguidores comienza generar serios problemas. Hay dos
facciones que se enfrentan por cuestión de la atención de las
viudas.
Ante tal circunstancia los doce apóstoles
convocando una asamblea, abordan una organización de la Iglesia.
Ellos serán los sacerdotes, depositarios de la doctrina, y es muy
importante tener en cuenta esta referencia porque con posterioridad
dejará la impronta de todo un sistema de organización, se nombrarán
varios diáconos, cuyo trabajo vendrá a ser similar al de los
levitas. Se entenderán de todo lo relativo a alimentos, a lo
material. Ya podemos comprobar cómo comienza una diferencia de tres
órdenes, la sacerdotal, la diaconal, y el resto de seguidores.
Y va a transcurrir poco tiempo y nos vamos a
encontrar con uno de los capítulos más importantes de la historia
de la Iglesia. La conversión de Saulo de Tarso. Ya se ha visto con
anterioridad como este hombre joven y enérgico de fuerte carácter
ha perseguido a los cristianos, pero pese a ese furor enemigo su
corazón es honrado y su conciencia recta, así que cuando comprende
por medio de un hecho insólito el nuevo mensaje, no duda en ningún
instante en emprender dicho camino y con las mismas energías que
antaño.
Estamos ahora mismo comenzando un nuevo ciclo,
todo el sistema que había preparado Iahvé perece que se ha venido
al suelo, que todo cuanto se había dispuesto no encaja en las mentes
de los israelitas, que ese Mesías que como tal se proclama, pese a
ser un gran personaje, no termina por convencer a su pueblo.
Si vemos los Hechos de los Apóstoles,
comprendemos que toda la predicación va seguida de milagros y hechos
portentosos, lo que hace numerosos prosélitos, pero todos los
gentiles están en otra onda porque ellos no han conocido las
escrituras y ven esta doctrina con ojos limpios, no enturbiados por
malas interpretaciones, tergiversaciones intencionadas. Y comienzan
los primeros altercados por mor de la letra que no del espíritu. Era
menester para los judíos que todos los nuevos conversos debieran ser
circuncidados. Estamos en el primer concilio de la Iglesia en la que
se conviene que no es preciso de tal acto para la salvación. En el
libro comentado encontramos prácticamente toda la vida misionera de
san Pablo.
San Pablo va a ser el gran teólogo de la
primera cristiandad. Va a exponer en sus cartas con suma claridad
toda la doctrina de Jesús explicada con seriedad y enfrentamiento si
es menester con personas que aún mantiene conceptos obsoletos de
doctrinas antiguas.
Partirá de una cuestión que era motivo de
gran división en aquellos tiempos: las diferencias que los judíos
creían tener con los gentiles por el mero hecho de ser el pueblo
elegido por Iahvé. Para Dios existe la conciencia natural, y solo
cuando la persona que se convierte tiene conocimiento de la ley esta
es entonces cuando le obliga.
Es encarnizada la lucha que mantiene con el
concepto de circuncisión, que ellos siempre atienden más a la letra
que al espíritu de la misma.
Esta defensa a ultranza de los gentiles le va a
llevar a tener un incidente con Pedro. Algunos apóstoles, Pedro,
comía con los gentiles pero cuando llegaron a Antioquia, este se
separaba por temor a los circuncisos. Pedro fue reprendido muy
severamente
Expresa todo el sentimiento del perdón a los
enemigos, sentimiento que siempre ha chocado con la mentalidad judía
en contra de los gentiles. Ellos son el pueblo elegido y en su
mentalidad está el convencimiento de que todos los demás pueblos
deben ser subyugados y sometidos a las leyes que profesan.
Viene las desinencias entre las distintas
facciones, al igual que en partidos políticos donde los afiliados
van decantándose por uno u otro líder
Va a ir tocando temas, sobre todo en su carta a
los Corintios, que en aquellos tiempos de un machismo increíble, nos
parecen al día de hoy de una lectura muy adelantada a su tiempo y
que incluso en el día de hoy también da un ejemplo para muchos
pueblos y gentes.
La mujer ya con Cristo tiene un carisma
especial. Si regresamos a aquellos tiempos comprobaremos que el
estado social de la mujer es denigrante, esclavo, y es Jesús quien
primero da la cara y defiende a una mujer en público, quien no tiene
reparo alguno de que sean sus ayudantes y discípulas. San Pablo nos
va extender toda esta doctrina en su carta a los Corintios.
En su carta a los colosenses vuelve a
insistir entre la igualdad de hombre y mujer y da un pequeño resumen
de lo que podría ser todo un programa político-social.
Se preocupa también sobre la organización de
la jerarquía. Dibuja magistralmente la figura y la manera de ser del
obispo. Lo adorna de una serie de virtudes imprescindibles para su
labor pastoral, sobrio, prudente, hospitalario, no dado al vino,
casado una sola vez... y sobre los diáconos igualmente casados una
sola vez, sin doblez en su palabra, debiendo ser un verdadero
ejemplo para el pueblo cristiano.
Bueno es tener en cuenta que a los obispos se
les permite tener una mujer por una sola vez, al igual que los
levitas que tarde o temprano se convertirán en los actuales
sacerdotes. Cuando sigamos la historia de la Iglesia no vamos a
encontrar ningún argumento doctrinal ni teológico que nos haga y
razone los motivos del actual celibato. Serán argumentos varios y
entresacados y buscados en cada momento histórico pero nunca con una
base dogmática ni mucho menos teológica que le dé la razón para
llegar en estos momentos a la circunstancia en que se encuentra la
Iglesia actual.
De los Apóstoles sabemos muy poco de ellos,
quitando san Pedro, San Pablo, San Juan y Santiago.
En una conversión – se habla de tres mil- el
día de Pentecostés, surge esa chispa que prendera en los distintos
territorios y naciones.
Por el año 300 surge la paz de Constantino.
Este emperador ve con gran perspectiva el poder de unidad, de
conglomeración que esta doctrina que se está expandiendo con una
celeridad envidiable por todo el orbe. Promulga una serie de
disposiciones decretando la libertad de creencias con el fin de que
la religión cristiana tenga cabida en el Imperio. Estos decretos
fueron poco menos que olvidados. Era una concepción demasiado
avanzada para aquellos tiempos, pero el propósito que se pretendía
quedó consolidado.
Va a ser el propio Constantino – sobre quien
todavía hoy recaen serias dudas en torno a lo genuino de su fe,
siendo como era adorador del dios Solis Invictus.- quien organice el
concilio de Nicea, no los obispos.
Es necesario traer a la memoria que muchos de
los asistentes al concilio, más de trescientos, todavía llevaban
impresas en sus carnes las marcas de la persecución, que muchos de
ellos habían sufrido cárcel, tortura o exilio poco años antes a
causa de su fidelidad. Todos ellos son ahora invitados del emperador,
y podrán tener conciencia física de la universalidad de la iglesia,
muchos de ellos solo se conocían a través de cartas o de oídas.
Fueron varios los temas que se trataron en el
citado concilio, se compuso el credo, compendio de una serie de
ideas que expresará la fe de la Iglesia en todo lo referente a las
cuestiones debatidas.
La no firma por parte de los arrianos de este
Credo, origina uno de los cismas por los que tendrá que pasar el
cristianismo. Son anatematizados por los obispos y depuestos de su
sede. A esta sentencia, Constantino añade la suya propia: los
obispos destituidos deberán abandonar sus ciudades. Esta intromisión
va a traer consigo consecuencias funestas, instaurando un precedente
por el cual el estado intervendrá para tutelar la ortodoxia de la
Iglesia o sus miembros.
¿Cuáles fueron las resultas de esta alianza
bilateral Imperio-Iglesia?
El emperador satisfizo de privilegios a los
cristianos, haciendo del cristianismo la religión semioficial –tomo
carácter de pública algunos años más tarde en el año 380 con
Teodosio. Algunos obispos fueron agraciados con puestos de relieve,
confiriéndoles labores más propias de funcionarios o políticos. La
contraprestación va a consistir en la posibilidad por parte del
emperador de intromisión en muchas decisiones eclesiásticas. Estas
consecuencias tan negativas no fueron previstas en su momento. Las
prestaciones fueron recíprocas. Fueron inevitables las desviaciones
de prelados frívolos, mundanos, que en devolución de favores y
gracias recibidos, no eran sin embargo inmunes a la corruptela del
poder, cayendo en desmanes y un servilismo absoluto. La mentalidad
romana trajo consigo la uniformidad en cuestiones accesorias y fueron
contempladas por los emperadores como instrumento ideal para
alcanzar una unificación más eficaz y segura del Imperio, tanto en
el aspecto civil como en el espiritual.
En esta reciprocidad, pese a las desviaciones,
imperfecciones de los cristianos, su religión deja un poso en la
vida social. Aumentar la dignidad de los esclavos hasta conseguir su
extinción. La integridad del matrimonio…
Los concilios posteriores se verán resentidos
por la intervención estatal, que coarta la libertad espiritual,
convirtiendo en muchas ocasiones las discusiones doctrinales o
disciplinarias de la Iglesia en problemas de Estado.
Van ir surgiendo a lo largo de estos primeros
siglos de cristianismo numerosas tesis sobre temas muy variados:
negativa de la divinidad del Espíritu Santo, maternidad divina de
María, el Monoteísmo (una sola voluntad en Cristo), que hacen
menester la convocatoria de varios concilios. En todos ellos la
figura del Emperador tendrá una gran relevancia.
En el I de Constantinopla (381), el emperador en
cuestión es Teodosio el Grande.
Con Teodosio el Joven se convoca el de Éfeso en
el año de gracia de 431.
Participa en el de Calcedonia en el año 451
el emperador Marciano.
En el año 553 y reunido por el emperador
Justiniano ante la ausencia del papa Virgilio se celebra el II de
Constantinopla.
Será la emperatriz Irene la participante en el
II de Nicea. Es en el año 787.
A mediados del siglo noveno aparece en la silla
patriarcal de Constantinopla el emperador Focio, que comete toda
clase de arbitrariedades, incrementando las hostilidades con Roma, lo
que da pie a la convocatoria de un nuevo concilio que va a ser el IV
de Constantinopla bajo el auspicio del emperador Basilio el
Macedonio, (869).
Todavía por el año 1123 en el primer
concilio de Letrán, se hace notoria la presencia del Emperador.
Versa el mismo sobre el concordato de Worms, entre el arreglo del
papa Calixto II y el emperador Enrique IV, referente a las
investiduras eclesiásticas.
Como se ha comprobado desde el siglo IV la
connivencia entre Iglesia y estado es total y beneficiosa para ambos
lados.-
Los reyes van trasfiriendo cierta autoridad
política a obispos y abades en sus jurisdicciones incluidos títulos
de nobleza.
Consecuencia de esta situación es la
participación de los laicos. Se inmiscuyen en cuestiones
intrínsecamente eclesiásticas tales como: nombramiento de obispos y
abades, entrega de anillo y báculo propio de su cargo…
Lógicamente los intereses políticos llevan a
cometer grandes tropelías, favoritismos escandalosos, y tener una
representación indigna de la autoridad eclesial.
La Iglesia, en siglos posteriores, sobre todo
en el Medioevo, va a ver aumentada esta influencia en su estamento.
Donde ambos poderes se confunden prácticamente en uno. Donde la
Iglesia ha adquirido el poder tanto en lo material como en el
ambiente espiritual, habiendo decaído este último de una manera
fulgurante, salvada solo por los grandes ascetas, teólogos eminentes
y grandes santos de enorme carisma.
Será en el año 1545 cuando se inicie el
concilio de Trento que intentará poner fin a semejantes desvaríos e
imponer una seria disciplina eclesiástica. Además de la condena de
Lutero y su doctrina protestante, actuó en temas de la importancia
de la santificación y la gracia, sobre los sacramentos, el culto a
las imágenes etc.
El Vaticano I entre varias cuestiones tratadas
va a traer una fuerte controversia relativa a la infalibilidad del
Santo Pontífice. En su texto es definida como monarquía divina: “la
Iglesia es, pues, monarquía de derecho divino, y, el Papa recibe
plena potestad directamente de Dios”
El Vaticano II va a ser considerado como el gran
acontecimiento eclesial de la era moderna.
Tres son los puntos o logros que pretende
conseguir:
,. Promover el desarrollo de la fe cristiana.
.- Renovación moral de la vida cristiana.
.- Adaptación de la disciplina eclesiástica a
las necesidades y métodos de nuestros tiempos.
En su constitución “Lumen Gentium”, se
ensaya una vuelta a los principios de la religión, una vuelta a sus
orígenes.
Este renacer lo concibe el Vaticano II como un
darle la vuelta en 360ª a la situación actual. El pueblo de Dios
será el primer eslabón no interviniendo la jerarquía más que en
un segundo lugar y al servicio del primero. Todos somos misioneros y
por tanto todos responsables.
Este Concilio concluyó con cuatro
Constituciones, nueve decretos y tres declaraciones.
Es el momento de hacer análisis concienzudo de
si la iglesia ha sido capaz de llevar a cabo todos estos propósitos
y proyectos transcurridos ya más de cuarenta años o ver en qué
situación de realización se hallan en estos momentos.
Este cotejo es mejor dejarlo a criterio
personal, aún cuando sobre el tema hay escritos ríos de tinta,
hemerotecas repletas de comentarios, infinidad de ensayos, libros de
gran calaje, actitudes para todos los gustos, extremos incluso.
Resumen
¿Cuál podría ser, tras este pequeño estudio, nuestra
conclusión?
Desencanto, desilusión por un General. ¿Es acaso Jesús, el
culpable de este axioma?
El mensaje jesuítico no es entendido en sus tiempos por los
judíos. Sus expectativas eran muy otras y resultaron encontradas. El
tiempo está cumplido, las esperanzas a flote, el resurgir del pueblo
de Dios en las mentes de todos y cada uno de ellos, y ante sus
miradas atónitas un personaje con una imagen antagónica de su Rey.
Con mensajes ininteligibles para sus sentimientos. Perciben en su
espíritu la angustia de haber sido traicionados, de contemplar como
todo ese mundo de reivindicaciones milenarias, de sacrificios
ímprobos, todo ello se viene abajo, se desmorona. No dan
credibilidad a lo que ven sus ojos y su cabeza aturdida, repleta de
interrogantes, incapaz de raciocinio alguno opta por el camino más
cabal: quitárselo de en medio. Y ahora, ¿qué?
¿Otra espera interminable, otro devenir azaroso, un descrédito a
todas las creencias milenarias?
Resulta un dilema que cuesta mucho entender y ponerse en el lugar
de esa gente.
Y Jesús, ¿desencanta a la iglesia, a su pueblo?
El hombre es el único animal que siempre tropieza dos veces. Da
la impresión –certeza quizás- de que la Iglesia, pasados los
primeros años de su existencia, no ha interpretado correctamente la
ideología cristiana. El espíritu del axioma ha sido desvirtuado a
través de los siglos de manera alarmante. Astutamente se han querido
mantener unas formas, unos signos que únicamente revisten sus
miserias de un espiritualismo caduco, mohoso.
Permanecen anclados en su poder terrenal, con parafernalias
añejas, con liturgias arcaicas, con dogmatismos crueles y ancestros:
teología de la liberación, celibato, sacerdocio de mujeres… son
sus víctimas.
Y hoy día, si consideramos que la Iglesia es la imagen de Jesús
en la tierra, a los hechos me remito, el mundo está desencantado con
Ella. Ha desaparecido la ilusión de aquellos que sintieron como
suyas las palabras del Maestro y se impregnaron de su espíritu,
negándose a sí mismos hasta la extenuación y el martirio,
Sin apenas sembradores de aquella semilla divina capaz de transformar
a los hombres, deambula hoy y no es capaz de sobreponerse a las
críticas, de tomar una reacción que le haga colocarse a la altura
de las circunstancias, temerosa tal vez, de perder algo que nunca fue
suyo, porque sin duda subyace en su fuero interno el sentimiento de
culpabilidad, de verdades a machamartillo que producen una sensación
de seguridad y poder.
Jesús nunca ha sido un general, nada más lejos de su mente, si
ha sido un líder, pero el líder exige esfuerzo, renuncia, entrega,
ignorando las compensaciones, y eso, amigos, es muy fuerte. La
tibieza, ese sí pero no, el aparentar más que ser, es algo que a
Cristo le da nauseas: “porque eres tibio estoy a punto de vomitarte
de mi boca”.
Y nosotros, ahora, ¿Qué?
¿Seguir viviendo en el desencanto o esperar un nuevo advenimiento
de Cristo? Sería mucho pedir.
¿QUE
FUE DE JUAN PABLO I?
Cuando
leemos diversas informaciones sobre temas determinados siempre nos
quedamos un poco cortos, lo suficiente como para encontrar verdadera
dificultad de poder pronunciarnos con imparcialidad. Cuenta en primer
lugar nuestra posición ideológica sobre el tema en cuestión. Se
trata entonces de saber discernir con rigor hasta donde nos
implicamos en el argumento y cuál es nuestra permeabilidad a tratar
direcciones contrarias, similares, o ambiguas.
Si
uno está interesado en algo concreto se hace necesario la toma de
contacto con diversos escritos, ensayos, tratados sobre el asunto. De
otro modo, para conseguir dicha información es menester mantener
contactos, estar en posesión de relaciones de alto nivel que puedan
investigar, con posibilidades de acceso a documentos, escritos de
diversa índole, tiempo, experiencia, una serie de facultades
difíciles para muchos.
Hoy
me encuentro con el tema de Juan Pablo I, ha sido de casualidad, pero
aunque el tiempo ha corrido mucho el tema ha sido siempre interesante
para mí.
He
tomado distintos escritos, de tendencias encontradas, y se encuentra
uno sumido en un mundo mareante. No puede uno comprender como sobre
un determinado asunto pueden darse contradicciones tan abismales.
Cuanto más uno va adentrándose en estas cuestiones, va encontrando
los motivos del porque de todo ello. Los inmersos en asuntos
farragosos tratan por todos los medios de interferir en las
investigaciones que se llevan a cabo, otros procuran por todos los
medios, lícitos e ilícitos, de acallar conciencias, de taponar
bocas, de confundir a los medios, enfurruñando de tal manera todo
que hacen casi imposible poder conseguir la continuidad del nexo, del
hilo conductor.
Predominan
los secretismos, las conjuras, las amenazas, es más, las muertes.
Sobre
el cuestión de Juan Pablo I es impresionante la trama que hay
urdida, la cantidad de vínculos entre estamentos de poder, mafia,
masonería, dinero, poder natural y poder espiritual. Sobrecoge
encontrar como un monseñor que apenas tiene ideas de contabilidad,
con su avaricia, con su facultad para introducirse en este mundo del
dinero, llega a cotas de poder tan altas que hace tambalear o poner
en grave peligro instituciones tan elevadas como el estado Vaticano o
el mismo sistema económico de Italia. Cuantas son las
confabulaciones, las intrigas, las connotaciones con mafias, con
estamentos que trafican con droga, con armas. Corre el dinero, que
avasalla, que se convierte en una bola rodante por la ladera de nieve
y que se agiganta a cada paso, imposible de ser detenida y para ello,
para que todo ese mundo construido con naipes no se desmorone es
menester mantener ese mercado sucio, rastrero, peligroso, pero que
confiere grandes cantidades de dinero.
Ante
esa eventualidad de desplome, ante la angustia de la desnudez, del
fracaso estrepitoso, ante la nulidad de quien ha ostentado un inmenso
poder, todo puede ser considerado “justo”. Veremos cómo sin
rubor alguno, con una impunidad rayana en lo más imposible de
alcanzar, todo es vendible, todo es asumible, las amenazas, las
compraventas de conciencias, los secuestros, más, las muertes que
quedaran impunes para quienes han sido sus organizadores, henchidos
de un poder absoluto, mafioso.
Suceden
el periodo de de 1969-1984 próximos a los diez mil atentados, en
Italia. Una cantidad de tal magnitud que parece ficción que pueda
ser silenciada, manipulada, que no haya manera alguna de ser
aclarada, ni por investigaciones civiles, ni comisiones
parlamentarias, ni judiciales. Que asistamos a la muerte de un primer
ministro de la república –Aldo Moro- primero secuestrado por las
Brigadas Rojas justo momentos antes de que se dirigiera al
parlamento a presentar una moción de confianza contra Andreotti.
Este caso muestra una estrategia ocultista del Estado. Su viuda, años
después manifestará que su marido mantuvo una conversación con
Kisinger –Estados Unidos veía con malos ojos la política
italiana- en la que fue amenazado por ello y se le auguraba un futuro
tan aciago como el de Allende en Chile “… o lo pagará más caro
que Allende”. Esta entrevista lo dejó tan conmocionado que enfermó
y pasó por su mente dejar la política. Curiosamente el general de
los carabinieri, Della Chiesa, que descubrió las cartas que el
primer ministro redactó en su secuestro fue asesinado por la mafia.
El caso no está resulto aún hoy en día y el futuro primer ministro
Romano Prodi se vio envuelto en una extraña historia de sospechas al
respecto. Sospechas que también involucran a Andreotti.
Asistamos
a la muerte de un papa en circunstancias tan misteriosas, con un más
que probable asesinato, en el que sus propios allegados hayan
constituido un cerco de misterio, de zancadillas, de prisas
incontenidas para echar tierra encima de asunto tan espinoso. Jueces,
fiscales, abogados que han intentado descubrir tramas de
intervenciones oscuras, que son asesinados con una frialdad brutal.
Banqueros arrepentidos, masones que se han ido de la boca, soldados
de la guardia suiza todos muertos en circunstancias anómalas,
asuntos todos sin resolver o con penas rayanas en el ridículo mas
estruendoso, paganos, segundas cabezas que salvan la responsabilidad
de las altas jefaturas. Hay ex primeros ministros que deben huir a
Túnez –Craxi- exento de inmunidad parlamentaria, para escapar de
graves acusaciones mafiosas, inconfesables, señalado entre los
corruptos en el proceso judicial “Manos Limpias”. El atentado
contra Juan Pablo II que todos quieren atribuir a Agca cono único
actor y responsable, cuando estudios policiales que luego serán
sórdidamente ocultados o destruidos, hablan de una conspiración
organizada, muy bien organizada.
Sorprende
sobre manera entender que sea la Iglesia, las altas jerarquías
vaticanas las que más pegas pongan a las investigaciones, quienes
mareen la perdiz, que traten por todos los medios de tergiversar la
realidad. Se hace creer que Juan Pablo I es una persona enfermiza,
atendida en su postmortem por galenos que ignoran su expediente
médico, cuando su médico personal confirma su estado de salud como
bueno pocos días antes de su óbito. Cuando circulan versiones
contradictorias sobre quién y cuando encontró su cadáver y se
imponen silencios obligados a los asistentes, cuando la autopsia
realizada no ve la luz, cuando todos los indicios confirman el
envenenamiento del pontífice por medio de una dosis letal,
sobredosis fortísima de un anti vasodilatador a un hombre que era
hipotenso.
Este
pontífice efímero tenía en mente la reforma de la curia romana
conservadora y hasta cierto punto anti concilio, Cardenales como
Villot, la destitución del economista y cardenal Manzinkus, el
banquero del Vaticano y artífice directo de la quiebra del Banco
Ambrosiano, escapado de la justicia por los acuerdos del Vaticano con
el estado italiano mediante los pactos de Letrán, se veían alejados
de todo poder eclesial, mantenido durante muchos años con total
impunidad. La quiebra del banco Ambrosiano obliga al pago de 240
millones de dólares al Vaticano que es efectuado por el Opus Dei. Él
mismo predice que su pontificado será efímero.
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