CREADOR.
Pasa
el tiempo, los aconteceres se suceden, monótonos a veces,
sorprendentes otras, y damos prioridad a la palabra dios, obviando su
cualidad de creador.
La
palabra “dios” es impositiva, imperante, algo inalcanzable,
tambien por ello acojonante, deprimente, superior.
Lo
maravilloso de la creación (poética, musical, pictórica…) es que
permite una libertad de interpretación universal, particular,
peculiar dando pie a que cada observador pueda tomar la batuta, el
pincel, la pluma estilográfica y recrear el sentimiento primigenio
del autor. Esa es la grandeza del creador. Nos convierte a cada uno
en procreador con toda la inmensidad de matices que provoca esa
alternativa.
Te
cuestionas, ¿hay dios?. Pues creo que existen tantos como personas
creadoras y aquí ya no se trata de suscitar estratos, porque cada
observador es el juez y su mirada no debe estar influencia por el
nombre, la ideología, sino por su percepción única, independiente,
dispar también con los que a veces -muchas- nos dicen “estos así,
esto es lo otro”,
El
artista, el creador, cuando imprime su obra no es egoísta, amén de
lo escrito, reflejado en letras, en trazos dispares, difunde un alma
, y el alma es lo más libre que existe, y cada alma es unipersonal,
intransferible, Por todo ello esa obra es eterna, ecuménica..
Hay
tantos dioses como personas, y nadie se puede creer ser delegado de
ese “dios” y marcar unas pautas infranqueables, encorsetadas,
cautivadoras de cada personalidad.
Discutimos.
Esta
palabra que el diccionario define como: dicho de dos o más personas:
examinar atenta y particularmente una materia. Contender y alegar
razones contra el parecer de alguien, la hemos convertido en una
contienda, parecer ser que nos enfrentamos mutuamente a un enemigo
como si este quisiera arrobarse la razón de nuestro pensar. Nos
ponemos en un situación a la defensiva, no de dialogo razonado
y sereno
lo cual lógicamente nos impide un compartir unión de ideas
coincidentes muchas
veces,
lo que produce el efecto contrario a lo que
el vocablo manifiesta.
Se convierte en una antítesis de lo que en un principio se pretende.
Se revierte
en vez de una coordinación en una rivalidad, en un enfrentamiento
para el
que es
válido cualquier argumento, social, político, de rencillas… todo
ello
diluido
en un tiempo perdido lo que en un principio era una razón de mejora,
de
conciliación.
¿Porqué?
Muchas
veces porque acudimos con una idea premeditada, con credos
preconcebidos,
pétreos,
inamovibles de un concepción partidista, gregaria, religiosa No
concurrimos con un papel en blanco donde tengan
cabida
todas las percepciones. Nosotros mismos
limitamos la posibilidad de que nuestro campo de visión se amplíe,
de que ese
mismo argumento tenga variantes, no antagónicas,
si dispares,
que conjuntas pueden aumentar el abanico de mejoras, de concreciones
reales a todas luces positivas.
Nos
cerramos en partidos, sociedades, religiones, donde en principio
adoptamos unos estatutos que
salvaguarden nuestras
valoraciones,
nuestras ideologías y partir de ahí, medimos los conciertos, cada
uno, en la medida de que lo nuestro es intocable y siempre que la
nueva proporción
de discusión vulnere (altere) lo mínimo nuestra “esencia”.
Me
recuerda aquello de que el círculo no tiene ni principio ni fin.
En
el fondo es una vuelta al troglodismo.
Si
de ahí se produce algo próspero todos intentaremos arrogarnos
nuestra parte de protagonismo, como si lo advenido por nuestra
discusión fuera una consecuencia totalmente directa de nuestro
acercamiento. Quizá dejando en olvido cual fue la razón del porqué
hemos discutido.
Pero
bueno, todo es mejorable.
EN NAVIDAD VOTA AL
OLENTZERO.
Llevamos meses
atosigados con palabrerías, con acuerdos, con dimes diretes en pro
de una patria al borde del caos, donde todos pregonan su interés por
el bien común, donde la quinielas se desatan cada minuto, donde
todos parecen imprescindibles, donde nadie se baja de su burro,
renquee o no ranquee, y los de a pie hemos llegado a creer que es un
carnaval, donde nos ha llegado a dar igual que fecha o que santo
caiga en ese día. La Luna es la que ordena.
En tanto cobran,
mientras nos invaden con propuestas antiguas, repetitivas, los mismos
mismos que fueron incompetentes para solucionar el problemón que nos
tenemos que tragar los de siempre, los que con nuestro voto -ahí
está nuestro pecado- aún hemos confiado en ellos.
¿Les interesamos
algo?. Visto lo visto solo un día cada cierto tiempo.
Escuchamos
conversaciones -negociaciones le llaman- donde al final es más de lo
mismo, donde unas propuestas se quedan en un amago de nada.
No me gusta el
fútbol en su estructura actual, pero casi bendigo su venida porque
llega a relajarme.
Nadie tiene la
culpa, por H o por B.
Quiero decir que
tanto tiempo sin gobierno me ha venido hasta bien, sin aquellos
viernes terroríficos con comparecencia del portavoz del gobierno,
dando con pasmo noticias de mejorías etéreas, de recuperación de
frases míticas “España va bien”, “brotes verdes”
No lo sé, pero
visto las fechas no sería mala idea votar al Olentzero dado las días
propuestos, al menos pasaríamos un jornada de relax y este país no
se hundiría.
LOS POBRES SIEMPRE
RÍEN.
Cuando tienen
un niño en una chabola, sin nada, sin recurso alguno, sin un futuro
para el nuevo retoño, pero en ese momento entienden la vida sin
prejuicio alguno, tal como es, como la vida misma, sabedores, o quien
sabe si conocedores del transcurrir de la naturaleza, donde ellos
son meros extras de esta película, donde no son para nada
protagonistas del guión, donde nunca han sido consultados, tanto del
resultado como del beneficio que ello pueda contraer. Están allí,
imprescindibles, pero sin salir en las pantallas ni siquiera con
letras mínimas. Les basta.
Los
buscarán con denuedo, estén donde estén, porque solo su sola
huella digital, porque nadie les ha enseñado a escribir, ni a
pronunciar palabras correctas de los grandes tomos de la Academia de
la Lengua, cuando esos vocablos son muy anteriores a la existencia
de la Academia, -de ahí vienen los derivados- para
prometerles un futuro donde lo primero que tengan que haces es
claudicar a su cultura, a su esencia y les darán abrazos vacuos, de
sonrisas fingidas so pretexto de un mundo efímero, forma clásica
de llamar al esclavismo actual.
Ríen
cuando, tras un bombardeo, compañero cotidiano del día a día, se
ven aunque magullados, amputados, con miembros de su familia
desaparecidos, saliendo de los escombros del progreso, de ideologías
liberadoras comprobando un tímido rayo de sol entre la bruma
asfixiante de los gases de
las bombas y escuchan los sonidos de las balas tal si fueran fuegos
artificiales. ¡estamos vivos¡.
Cuando
son recogidos tras largas jornadas hacinados en paqueteras, tirando
por la borda compañeros que no han podido sobrevivir a semejante
hazaña, ríen.
Cuando
ateridos de frío son apilados en recintos de acogida a la que no
envidian las cochiqueras de cualquier granja moderna.
¿Cual
es su futuro? No les puede preocupar porque nada está en sus manos y
filosóficamente ríen porque el desgaste es idéntico al llanto.
Cuando
llegan a ese futuro idílico en países donde su vida va a sufrir
una reencarnación regeneradora de tiempos severos, su sonrisa se
transforma en una mueca mitad risa, mitad frustración, Entonces,
ante nuestra estupor, también ríen.
Reciben
en el primer momento, parabienes encorsetados, fotos de primera
página, promesas vanas, vaciás, que apenas sujetan entre dientes,
conocedores de aconteceres anteriores, una sonrisa contenedora de
desaires. Pero ríen. Es lo único que les queda después de
experiencias fallidas, de promesas traidoras,
Sería
menester un espejo donde en el
mismo observarnos con rostros amojamados, camuflados de falsos
ademanes, rollizo nuestro
orgullo de haber hecho “algo”, muchas veces indecente por ellos.
No
temamos que nos traigan nada para lo que estamos vacunados, quizá
nos falta aprender a reír.
Pero
eso no se compra con todo el oro del mundo, ni con ideologías
religiosas, ni políticas profanas.
Sin
duda, sin darnos cuenta, tengamos una deuda pendiente con esta gente.
Y
que alguien recuerde que siempre fue emigrante, de tierra, de
países, de ideas.
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