HOY
TENGO GANAS DE TI.-
Paseo
por la alameda con tranquilidad meridiana, aprovechando el tiempo de
sol que nos brinda la mañana, esquivo en otros días.
Tengo
la cabeza atolondrada de excesos etílicos de la noche pasada, la
garganta áspera, los ojos legañosos. Con gran despreocupación
observo la gente alocada por la calle para llegar al autobús, oigo
el estruendoso ruido de las bocinas manejadas por conductores al
borde del infarto, las mujeres con silletas donde transportan sus
bebes, unos aún dormidos, otros con un berrinche frenético y lo
tomo como un descubrimiento porque hoy no tengo nada que hacer y
hasta ahora no me había apercibido que esto es la rutina que yo
cometo todos los días.
En
esto, en una ojeada distraída y monótona me fijo en ella, estaba
allí, elegante, con su talle refinado, con su vestido de color verde
oscuro ¡quién sabe si
de Valentino, Balenciaga
o de mengano! elegante, altiva, provocadora, con un diminuto pero
coqueto gorro fucsia, posada sobre alfombra roja, diminuta, pero para
ella
sola. Observándote quedamente acuden a mi memoria, grandes instantes
de alegría, de jaranas nocturnas, de guateques juveniles, de
almuerzos jocosos, de comidas navideñas, festivas, donde tú nunca
faltabas y en caso contrario, todos te echábamos en falta.
Has
sido consoladora de penas, de romances rotos, compañera inseparable
de andadas montañeras, de reposos sosegados a la vera de un nítido
río, a la fresca de hayas y chopos, alivio para sofocos de trabajos
arduos a la solana. Nunca has solicitado nada y siempre dispuesta al
servicio.
Te
hemos tratado mal acusándote de resacas, de dolores de cabeza, de
haber echado los potxokos, pero ahí has estado al día siguiente
expedita para reponer ánimos.
¡Por
Ellas! ¡Por las más bellas! ¡Por las botellas!
Comentarios
Publicar un comentario