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DESENCANTO POR UN GENERAL .

DESENCANTO

POR UN

GENERAL












PREMISAS.-

Al encontrarnos con un líder, verdaderamente no lo podemos entresacar de su entorno, En el perviven como un presente todo un pasado, que ha ido configurando su status, tamizado por los años, por los pensamientos, por movimientos culturales que han transmitido durante décadas y que sin duda han ido, unos, impregnando de ideas nuevas, según el color del cristal con que se mire, otros, observándole con un prisma diferente, han llegado incluso a la negación del mismo, si no a la difamación y vituperio incesante.
A un héroe lo ensalzamos hasta tal punto de crear en él un dios, sin darnos perfecta cuenta de estar usurpando su mayor y mejor cualidad, nos hacemos sus creadores aparcando en la orilla del trayecto gran parte de su pensamiento.
Sobrevaloramos sus virtudes hasta extremos increíbles e inaccesibles para nosotros mismos. Obviamos "su realidad" y esa realidad es la que quiere transmitirnos.
Un líder es intransferible. Su capacidad de ser creado y recreado infinitas veces, tantas como personas lo conozcan, harán de él un dios distinto y diferenciado, o un demonio de igual modo.
Todo Cid, porta en sus genes, innatamente, una doctrina, de la idiosincrasia que sea, pero que es sin lugar a dudas la esencia misma de su ser y de su existencia.
Ello conlleva que cada uno subjetivamente, adopta moléculas y átomos de esa naturaleza de formato dispar, obteniendo así una nebulosa fantástica y fantasiosa la más de las veces.
La historia nos novelará, sin duda, toda una parafernalia de su pasado, tal como si se tratase de un aliño que dé paladar a esa masa con la que elaborar y nimbar al personaje que en este futuro será incluso más sublime y excelso, obteniendo con ello la postergación y el olvido de su pasado, o valorándolo como un mero pedestal nimio en su doctrina y aniquilando materialmente su propia vida, para quedarnos con un ideario etéreo, muy susceptible de ser manipulado por personas sin escrúpulos al amparo de cándidos catecúmenos, o como fármaco multiuso a conveniencia en cada circunstancia, o como escudo de la flaqueza de sus devotos. Siempre existirán personas que estudiando y asumiendo objetivamente la esencia del líder, consigan hacer perdurar la misma en su virginidad. Unos serán nominados progresistas, otros, ventajistas, estarán paralelamente los coritos, sin que se pueda omitir a los puristas rancios o retrógrados. Todos contenderán por la propiedad "espiritual" de su caudillo, contencioso que acarreará un cúmulo de avatares de muy contradictorias polémicas y serias consecuencias entre los suyos.
El hombre es un animal político, por ello resulta extremadamente intrincado abstraer de estos líderes, aún religiosos, esa connotación política con que de inmediato bañamos como revestimiento cualquier doctrina. De hecho, cantidad de políticos han nacido tal que semi dioses, portadores de gametos divinos, dignos de idolatría y en ese su boato han sido engendradores de enormes barbaries, de choques entre pueblos diversos y entre sus mismos prosélitos.

ANTES.
El líder, Jesús, no puede tampoco escapar a ese encuadre de político que se achaca a los demás guías pese a ser un jefe religioso en la concepción primaria.
En el contexto de la vida en que aparece Jesús, máxime si consideramos que es Hijo de Dios, afirmaremos con toda lógica que su Padre preparará su advenimiento a la tierra muy concienzudamente.
En un estudio de la Biblia encontramos una serie de peldaños, bien entramados y nada dispersos aunque lo pueda parecer, que van acondicionando el camino para esa su encarnación.
La cuna del pueblo judío fue Oriente Medio. Abrahán, Padre del pueblo era oriundo de Ur, en Mesopotamia, población cercana al Éufrates, lo que los cristianos consideran el emplazamiento del paraíso terrenal.
Después de vivir algún tiempo en Hannan, emigró a Canaán, lo que hoy es Palestina y que los judíos denominaban "tierra prometida".
Iahvé ya lo domina caudillo de su pueblo: "Vete de tu casa y de tu tierra hacia la tierra que te mostraré y haré de ti una gran nación..." (Gen 12,1). Abrahán obedece y llega a la tierra habitada por los cananeos y siguiendo el relato del Génesis realiza una conquista de campamento en campamento.
Iahvé le confirma a Abrahán, cuenta con noventa y cinco años, que será padre de un gran pueblo del que saldrán grandes reyes. Aquí se suscribe el gran pacto de Iahvé con su pueblo, acuerdo que hará menester la presencia de Iahvé en incontables ocasiones, bien para liberar a su nación de sus enemigos y conducirlos durante interminables años y senderos a lo que en su día les prometió, o bien para reconducir sus caminos y conducta y hacerlos perdurar en su ley.
Con posterioridad encontramos a su hijo Isaac pactando la paz con Abimele, como jefe ya de una inminente nación.
Jacob, su hijo, por diversos problemas y la dificultad de supervivencia en aquellas tierras, se traslada con toda su descendencia a Egipto y "su estirpe fue tan numerosa y alcanzaron a ser tan poderosos que la tierra estaba llena de ellos".
Se cumple así una de las grandes promesas del pacto.
Ante tal coyuntura el Faraón y el pueblo egipcio ven en ello una gran amenaza política debido a su potencial, tanto económico como de personal en una hipotética guerra, bien contra ellos mismo, bien aliados con algún enemigo del pueblo egipcio.
Sin lugar a dudas, en un momento tan delicado o el menos con una perspectiva amenazadora y a corto plazo, se deben tomar medidas estabilizadoras. No se concibe a los judíos como emigrantes integrados en su sociedad. Son considerados como un cáncer que va extendiéndose con una celeridad alarmante y que en un momento dado puede distorsionar su vida social, carcomer sus principios religiosos, tan dispares y enfrentados. Se opta por la medida política de la opresión como terapia contra los judíos, en intento de provocar su genocidio, o su subordinación, esclavitud al fin y al cabo.
Estas medidas, ante un linaje que sabe de ingentes sufrimientos, de incontables calamidades, que se siente arropado por una fuerza divina, que le ha dado pruebas irrefutables en copiosas ocasiones, llegan a ser contraproducentes y obtienen el efecto antagonista, esa conexión profunda en las gentes y ese clamor unánime a Iahvé, rememorando una vez más el pacto con Abrahán.
Y es ese pacto bilateral, Iahvé-Abrahán, el que hace a Iahvé acudir en auxilio de su pueblo y de nuevo se encuentra en la urgencia de nombrar un caudillo que lo saque de esa tierra donde viven en la esclavitud; Moisés. Y Moisés, junto con su hermano Aarón serán los encargados de cumplir con la labor de embajadores ante el Faraón.
Incontables fueron las peripecias sufridas. De todos es notorio el inmenso esfuerzo que costó la salida del pueblo judío de Egipto, siempre con el auxilio divino, concurrente en contingencias graves, aniquilador en ocasiones, idólatra de sus predilectos, conducido por la voz de Iahvé transmitida a través de su caudillo. Nos encontramos ni más ni menos que ante una nueva etapa de emigración, de éxodo.
Su situación anímica es la de un estado de guerra. Tienen la exigencia congénita de la lucha contra el estado de cosas en que se hallan inmersos. Su condición de esclavos y reclusos en un lugar ajeno. Y Moisés, ensalzando a Iahvé en su canto triunfal, atravesado el mar Rojo, considera a su dios como un guerrero y nos lo expone como un dios incluso cruel con el enemigo.
Y este pueblo, en su dilatado y lastimoso peregrinar de años y años, en circunstancias que bordean lo insufrible, con vaivenes constantes entre su fidelidad a Iahvé y su apostasía y desesperanza en muchos instantes de su andadura, pero constantemente escoltado por la mirada ora encelada ora encolerizada de su Dios va conformando políticamente: el suegro de Moisés discrepa de que sea su yerno el único que juzgue. Le conmina a que sea el intermediario entre Iahvé y su pueblo pero que elija entre los presentes gente honrada y temerosa de Dios para que ejerzan de Jueces. Será Iahvé quien dicte los primeros cánones de la Ley en su Decálogo. Todo el libro sagrado del Éxodo es prácticamente, una vez finalizada la narración de la salida de Egipto, un códice pormenorizado de leyes.
Con posterioridad, según el relato del libro II de los Reyes se realiza una reforma religiosa debido al hallazgo del libro de la Ley en la casa de Iahvé.
Consecuencia de esta iluminación divina de las leyes lleva pareja, la autoridad misma de la letra, que no del espíritu, provocando unos extremismos y aberraciones desquiciadas. No es menester retroceder hasta aquellos años para verificar este resultado que se da en nuestros días. Ello acarreará consigo implícito el nacimiento de una nueva casta con un poder casi infinito considerando que viene otorgado por la divinidad: los Jueces.
El pueblo judío acata todas estas leyes provenientes de Iahvé y con ello firma una alianza eterna. "Todo lo que ha dicho Iahvé haremos y obedeceremos". Con posterioridad comprobaremos la importancia que tienen los jueces en la vida del pueblo judío.
Con el transcurrir de la narración del Éxodo, se va concibiendo el germen de una nación, errante, pero nación al fin y al cabo, digamos que en el exilio y se quiera o no su conductor es ni más ni menos que Iahvé.
Moisés es convertido en un jefe guerrero. Iahvé le ordena muy explícitamente: "cuando hayáis pasado el Jordán, arrojad delante de vosotros a todos los habitantes de la tierra, destruid todas sus piedras grabadas, destruid también todas sus estatuas y demoled todos los lugares altos". Es una orden de conquista en toda regla y sin ningún tipo de miramiento. De nuevo en el Deuteronomio encontramos órdenes de guerra y destrucción de los cananeos. Con esta premisa y sugestionados por el caudillaje de Iahvé, no es de extrañar que se lancen a la aventura de la conquista de la tierra prometida, Es curioso echar un vistazo a las páginas del libro de Josué y conocer la estrategia de todo un general en la conquista de Jericó. Un compendio meticuloso de un manual de guerra y una crónica de la misma.
"No gritéis y no hagáis oír vuestras voces y no salga de vuestra boca palabra alguna hasta el día en que yo os diga: ¡¡gritad!! Entonces deberéis gritar".
Ojeando el libro de los Números, nos hallamos ante toda una constitución. En ella se fijan las fronteras, la distribución de las tierras... Serán los Sumos Sacerdotes quienes realizarán este quehacer, como legisladores "divinos", con una magistratura que actuará de hecho "ex cátedra" y surgiendo con ellos un nuevo status social: los levitas, servidores del Templo.
En el libro I de Crónicas se lee como David, muy entrado en años y habiendo nombrado a su hijo Salomón rey, organiza esta clase social, componiéndola en aquel entonces treinta y ocho mil. Veinticuatro mil dirigirían los trabajos de la casa de Iahvé, cuatro mil harían de porteros y seis mil, escribas y jueces y otros cuatro mil alabarán a Iahvé con los instrumentos que el propio David había realizado al efecto.
Cierto que paulatinamente se va consolidando orgánicamente una nación. Que Iahvé va cubriendo los pasos de esta construcción, cumpliendo todos y cada uno de sus compromisos contraídos en el pacto bilateral. Le había profetizado, algo que en Dios es una visión certera y exacta, de la donación de grandes reyes.
En aquella época la enjundia de un estado venía dada por el poderío y autoridad que un Rey impusiera, primero entre sus súbditos a quienes ese aura lo elevaban a la idealización culminante, transformándose en realidad en esclavos sugestionados y devotos de su "divinidad", por otra parte con sus enemigos; las luchas tribales, la conquista de terrenos portaba consigo una aversión y un odio irreconciliables. Toda muerte y aniquilamiento estaba justificado, es más, era inexcusable, como un soporte de ese panegírico celestial que rodea al Rey.
Revisando las páginas del II libro de los Reyes, aparece un relato sobre el terrible exterminio que ordena sobre la casa de Ahab, rey de Samaria, quien poseía ochenta hijos y por orden divina las cabezas de todos ellos fueron presentadas al rey de Israel, Yehu.
A propósito de los samaritanos, estos son gentes oriundas de Babel y otras ciudades que el rey Asur hizo venir y los aposentó en las ciudades de Samaria. Esta gente "al morar allí no tenían temor a Iahvé. Y envió Iahvé contra ellos leones que mataron a muchos de entre ellos". Sorprendidos de semejante castigo instaron al rey que enviase a algún sacerdote suyo para que conociesen los preceptos y costumbres de los israelitas y les enseñase su doctrina.
En otra ocasión y ante la contumacia de Israel, esta vez adorando al dios Baal, este mismo rey hizo reunir en el tempo del dios pagano a todos sus siervos y sacerdotes so pretexto de hacer sacrificios y holocausto ordenando "saca vestidos para todos los allí reunidos. Y realizadas las oblaciones dispuso que los ochenta soldados que tenía apostados acordonando el templo "entrad, herirles y que no escape uno". Y los pasaron a filo de espada".
Y Iahvé, en la perpetración de ese estado decide donarle un rey, Saúl, consagrado por Samuel; "bajando el espíritu de Dios sobre él siendo transformado en otro hombre".
Toda esta aureola de "divinidad" da como desenlace los grandes excesos amparados en esa procedencia divina del poder, de atrocidades sin coto, de un sin fin de guerras que merman la población, acrecientan el odio, de envidias y rencillas que dimanan en intrigas y maquinaciones sobre todo en la clase alta en esa lucha sangrienta por el poder.
El pueblo judío, como cualquier etnia, no escapa a esta realidad tangible, No tardaron apenas años en que surgieran las desavenencias, contiendas y celos que provocan la división del reino de Israel. Aquí se encuentra el surgimiento de Judá e Israel.
Esta división en el aspecto político es germen de los primeros cismas en el espectro religioso, con la creación de dos altares a dioses ajenos a Israel. Es una reproducción puntual de toda una historia de su errante caminar. Se antoja el pueblo judío un pueblo desmemoriado, veleidoso.
La primera secesión acaece con el hijo de Salomón que lejos de oír las voces de su pueblo suplicando suavice el duro yugo que les impuso su padre, el rey, Rehabam, lo acentúa aún más. Los israelitas lapidan y matan a un emisario del mismo. Este "se apresura a montar en su caballo y huir de Jerusalén".
Llegado este instante, se puede colegir que estamos en el epílogo de la edificación del reino de Israel. Tenemos el organigrama consumado. Clase alta, el rey, los sumos sacerdotes, jueces; clase media: los levitas y una vez más el pueblo llano, la clase baja. Pero este reino posee una singularidad ajena a los otros reinos vecinos: esa mediatización perseverante de Iahvé. Nada debe realizarse sin su consulta y su anuencia, salvo que un proceder contrario a lo implantado sea razón más que suficiente para una represalia dura y en ocasiones despiadada.
El pueblo israelita itera su proceder y cae en la idolatría y por ende, ello le atrae la ira de Iahvé, "endurecieron su cerviz".
"Desechó Iahvé toda la raza de Israel y los humilló y los puso en manos de bandidos hasta que los echó delante de sí". Se desgajó el reino y el nuevo rey desvió a su pueblo del seguimiento de la ley y el castigo en esta ocasión, a la sazón consistió "fue deportado de su tierra a Asur..."
Israel es un pueblo nómada por obligación, como puede verificarse en todos los escritos del Antiguo Testamento. Fue dominado por los griegos siendo rey Antíoco Epifanes, un rey ciertamente impío, hiriéndole al pueblo israelita en lo más profundo de sus creencias. Destruyendo todo cuanto encontró a su paso y realizando una gran matanza.
Los escritos de los profetas están plagados de esa continuada supervisión de Iahvé sobre su pueblo que tozudamente se desvía de su camino y es sometido a innumerables castigos para reconducirlo.
Es importante leer el libro de las Lamentaciones de Jeremías, sinopsis y recuento de todas las calamidades que le han sobrevenido al pueblo de Israel, hasta el punto de cuestionarse el profeta la rotura absoluta del pacto de Abrahán. "¿Acaso nos has rechazado definitivamente, te has irritado hasta tal punto contra nosotros?".
Toda esta severidad de Iahvé se ve atemperada en los libros de los Salmos, Eclesiastés, el
Cantar de los Cantares y Proverbios, donde encontramos a un Dios más humanizado y al hombre que se dirige a Él con una mayor llaneza y con una gran esperanza.
Cabría cavilar si este reino y todo su entramado no es más que una realización parsimoniosa, una manifestación humanizada de ese Dios, como rey, ordenador del Orbe, necesitado, parece una paradoja, pero es así, necesitado del hombre. Entraríamos en la parcela de la fe.
En otro terreno, agnóstico, ¿estaríamos ante unos iluminados, justificadores de su existencia, de su proceder, de su "divinidad"?.
Muchos son los interrogantes que nacen de estas lecturas, de esta historia fantástica. Muchos han sido los estudiosos, de uno y otro signo, que en estas escrituras aparecen, con su parte de realidad, su parte de metafísica, su vestigio profético...
Es en el Deuteronomio donde Iahvé se consagra como Dios único, con una admonición terrorífica. "Iahvé es vuestro Dios, Iahvé solo. Amarás pues a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza". Basta con ojear los capítulos 27 y 28 de dicho libro.
El profeta Daniel nos da una fecha exacta de la llegada del Redentor, de ese caudillo que hará de Israel un pueblo grande y este pueblo rebosante de esperanza inicia la cuenta atrás y va eliminando ilusionado las hojas del calendario,

Llegados a este punto, trasladémonos en el tiempo a aquel instante puntual de la historia judía.
Este pueblo judío, merecedor heroico de un monolito a su sufrimiento, cuenta por segundos los días que restan para el advenimiento de su rey salvador.
No debemos olvidar que esperan un liberador magnífico, un vengador de tanto calvario, un rey que hará de su pueblo un pueblo grande, el más poderoso de la tierra a quien todos los demás reinos e imperios deberán someterse.
Y sí, se encuentran con un gran animador de masas, con un orador de gran calado, a una persona con poderes extraordinarios, divinos, obrador de portentos, pero que en principio no difiere apenas en nada de cualquier profeta precedente.
Su primera manifestación a los doce años, con toda seguridad que fue tomada más como la de un niño prodigio que de un profeta o enviado de Dios. Han transcurrido muchos años de aquel acontecimiento y varios de aquellos sabios doctores con quienes pleiteó reposan en el valle de Josafat, otros se encuentran en un estado senil, algunos son de su quinta e ignorantes de aquel acontecer, se ha criado en un humilde villorrio, a la sombra de un más que humilde carpintero sin dar señales de vida y asoma ahora a los 30 años proclamándose el Mesías, el Hijo de Dios.
El pueblo inmerso en un estado de ansiedad tal que en ese momento cualquier orador de verborrea fácil, cualquier mago o milagrero podría sin mayor adversidad producir el efecto que se realiza en Jesús.
En la clase pobre, siempre la más castigada por todos los motivos, guerras, estatus social, hambre...provoca un halo de bienvenida, y entienden en su mensaje una doctrina de liberación, pero no debemos obviar que se trata de una liberación material y muy concreta la que colmará su esperanza.
Y enfrente se encuentran con un personaje extraordinario, si, pero muy lejos de la realidad, del ensueño que se han forjado, es más, con un ideario totalmente adverso a su mentalidad.
No debe cogernos por sorpresa su extrañeza al oír las palabras y el mensaje del perdón a los enemigos, ellos que han padecido innumerables escarnios, grandes razias, esclavitud, éxodo cuasi eterno, doctrina que hace añicos todo su esquema, que tira por tierra toda la doctrina de los profetas, que profana la alianza de un Iahvé liberador y vengador con su pueblo.
En esta situación se comprende la facilidad que tienen las autoridades, los sumos sacerdotes para embaucarlos y conseguir todos sus propósitos.
Por contra en el poder, los sentimientos provocados son de temor. Los doctores y jueces no ven en El al Mesías, porque tampoco cuadran sus actividades en sus parámetros. Su miedo radica en la posibilidad de una rebelión de masas que haga tambalear su estatus de poder.
Ellos no son ignorantes, son personas cultas y contemplan ante si a un hombre con gran poder de convocatoria entre la clase baja, capaz de arrastrar tras de sí a cientos de personas con una doctrina si duda muy peligrosa para ellos. Un hombre suficiente, capaz de enfrentar y poner a parir a la misma representación de Iahvé en la tierra.
Un pueblo sometido cuando halla un líder de estas características, se involucra en esa apología y puede resultar un gran peligro.
Su sapiencia, su astucia de políticos consumados, les hace llegar a la comprensión de que para descabezar esa "revolución", debe emanar del pueblo mismo, soberano, pese a todo, para dar y quitar, el rechazo al mensaje salvífico de Jesús.
No resulta práctico ni sensible en dichas circunstancias el enfoque político por consistir en un terreno resbaladizo y peligroso. La muchedumbre es una realidad contrastada, sigue a Jesús por ese poder de arrastre, también por el poder sorpresivo de su doctrina, sin negar el poder de convocatoria de sus numerosos prodigios.
Tocando este tema, es inexcusable la reacción del pueblo, por tanto es menester tocar el lado sensible que no puede ser otro que la desilusión. Hay que arruinar esa esperanza de liberación, esos anhelos de grandeza. Este pueblo necesita ser inyectado con ideas contrarias al mensaje de Jesús, hacerle notorio que dista mucho de ser el Mesías, el enviado de Iahvé para la redención de Israel.
Políticos como son, entienden que su juego ha de desarrollarse a dos bandas. No mentar para nada el aspecto político ante sus gentes y jugar con él ante Roma y viceversa, dejar aparcado el tema religioso en la conversación con Pilatos y alimentar a la muchedumbre con el desencanto, en el fraude.
La historia nos relata cómo fueron unos verdaderos ingenieros de la dialéctica, de la persuasión, del movimiento de masas. El resultado ahí está presente: La Crucifixión.

JESUCRISTO

Se han cumplido los días profetizados por Daniel e Israel aguarda con impaciencia la venida de su Mesías.
Como tal Dios, su concepción no puede ser cosa de hombres y es engendrado en María por el Espíritu Santo. "La concepción de Jesús fue así: Habíase desposado su madre María con José y antes de que cohabitaran, se halló en cinta por obra del espíritu Santo".
Es la narración sencilla de san Mateo. Se suceden prodigios en su natalicio tales como la estrella que guía a los Reyes Magos...
Esta misma maravilla va a traer consigo ya el primer acontecimiento político de la vida de Jesús. Herodes recibe la noticia de su natividad por boca de los Magos de Oriente y sintiéndose engañado por no haber regresado estos a comunicarle lo que han visionado, montando en cólera conmina a sus soldados a que exterminen en Belén y sus alrededores a todos los niños menores de dos años.
Este edicto apremia a José y María a abandonar precipitadamente su residencia en Belén, alertados por un ángel y ponerse en camino a Egipto. En tan corto espacio de su existencia ya nos hallamos ante un Cristo refugiado político. Realmente Herodes teme que sea Él quien venga como Rey de Israel y ciertamente ve peligrar su cargo. Se podrá argumentar que Jesús es un niñito aún pero no es menos cierto que él es la causa de esta fuga al país de los faraones. "De Egipto llamé a mi hijo", cumpliéndose así la profecía de Oseas.
Regresaron a la muerte de Herodes y localizaron su residencia en Nazaret.
Iahvé que ha ido acondicionando durante cientos de décadas este instante, sigue con mimo todo el devenir de su hijo en los años de infancia colmándole de sabiduría, en tanto iba creciendo y se vigorizaba, nos narra san Lucas.
En una de las anuales asistencias a la fiesta de Pascua en Jerusalén, Jesús, con doce años solamente, aprovechando el jaleo y la gran cantidad de gente y caravanas se queda en la ciudad sin que sus padres lo advirtiesen. Sin temor a equivocarnos podemos aseverar que nos hallamos ante su primer discurso político de Jesús. Es de vital importancia darnos cuenta que Jesús discute, pregunta y responde a los doctores de la Ley, los máximos entendidos y guardianes escrupulosos de la doctrina judía, dejándoles boquiabiertos durante tres días que tardan sus padres en encontrarlo en el Templo.
Jesús desaparece de la vida social y se dedica al trabajo cotidiano en Nazaret. Será a sus treinta años cuando comience propiamente su vida pública. Lo hace en Galilea.
No parece normal que un líder no lleve un acompañamiento de discípulos que sigan su doctrina para que con posterioridad sea conservada y tenga una continuación en el tiempo. Va seleccionando poco a poco los que serán sus discípulos. No ha menester de personas sabias, de gente de alta alcurnia y bien situada socialmente, escoge a personas sencillas, del pueblo llano. También les deja muy claro cuál ha de ser su función social: "vosotros sois la sal de la tierra...". Con toda su sencillez los ha colocado a la cabeza de la vida social. Tener en cuenta ahora el gran valor de la sal en aquella época.
Y llegan las primeras controversias y precisamente en su pueblo Nazaret. No tiene nada de sorprendente dado que todos creen conocer su origen humano. Ha comenzado su periplo de pláticas y les cae arrogante a sus vecinos que se declare Hijo de Dios, si bien reconocen su sabiduría, la facilidad de diálogo, pero le instan a que realice en su pueblo algún prodigio como la ha hecho en Cafarnaúm y en otras ciudades.
"¿No es este acaso el hijo de José y María?". Jesús se niega en redondo.
Paulatinamente va configurando lo que será sin duda su doctrina. En la alocución del monte deja ya un bosquejo importante con las bienaventuranzas. Sorprende su doctrina sobre los enemigos, máxime en una población que ha estado siempre en guerra, que ha soportado infinidad de vejaciones por parte de sus rivales. "amad a vuestro enemigos, haced el bien a lo que os aborrecen". Sin duda que no lo entienden pero comprueban que su doctrina es contradictoria con la suya, que sus palabras hacen que mezclado con sus milagros sean ingente la muchedumbre que sigue su caminar. Jesús se lamenta de que aunque oyen su mensaje, presenciando sus prodigios no sean capaces de llevar a cabo, a realizar lo que su doctrina implica. "¿Porqué me llamáis ¡Señor, Señor! y no hacéis lo que os enseño?". En ese mismo discurso expone un pequeño bosquejo de en qué consistirá su justicia.
Todo este efecto de multitudes acapara la atención de los que se convertirán de ahora en adelante en sus enemigos, temerosos de que les arrebate sus seguidores: los escribas y fariseos. Son ellos los veladores de la ley que han despojado de su espíritu y se limitan a cumplir escrupulosamente la letra. Le requieren para que sus discípulos y El mismo cumplan las tradiciones. Y Cristo les cita a Isaías: "Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está muy lejos de mi". No pueden admitir que los milagros sean obra de Dios y los vinculan con Belcebú. Ante estas calumnias les ofrece una máxima política, "todo reino cuyos partidos se hacen la guerra será desolado".
Existirán a lo largo de los tres años de predicación numerosos encontronazos que tendrá con ellos, a los que sin el menor amedrentamiento, pese a su gran poder, los critica agria y ferozmente: "guardaos de la levadura de los fariseos y escribas. Sobre la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos, practicad lo que ellos os dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen". "Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas". Estas y otras muchas lindezas tendrán que oír muy a su pesar. Ya el Sanedrín tenía en mente su apresamiento y ajusticiamiento. Han enviado a sus esbirros para que lo arresten pero estos se ven sorprendidos por la gran cantidad de gente que le sigue y se quedan prendados de su palabra y vuelven al mismo para ser increpados por los sumos sacerdotes y fariseos y escribas.
Cristo de todos modos nunca se deslinda de la doctrina escrita en los libros sagrados ni en sus deberes como ciudadano. Paga religiosamente sus tributos al Templo, obrando el milagro de la moneda en la boca del pez, manifiesta su idea clara de separación de las cosas terrenas de las divinas, "lo que es del Cesar devolverlo al Cesar. Y lo que es de Dios a Dios".
El pueblo sigue a Jesús, bien porque les da de comer, bien porque sana sus enfermedades, bien porque ven en Él a un profeta, pero nadie, ni por asomo ve en Cristo a un rey tal y como están esperando, tan es así que se preguntan: "¿cuándo venga el Mesías hará mayores milagros que este?".
Únicamente el rey Herodes parece tomarse el asunto en serio. Le van llegando noticias de la actuación extraordinaria del Maestro y cavila preocupado con su Consejo, medroso y consternado. "¿Quién es ese hombre de quien oigo tales cosas?". Y en su ánimo estaba el tener un encuentro con Jesús. Estas intrigas llegan a oídos de Cristo quien responde a los emisarios: "sabe que expulso demonios y que obro curaciones hoy y mañana y los días que vengan siga yo mi camino porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén".
Otra de sus actuaciones avalando su poder sucede en el Templo al observar la profanación que está sucediendo y enfurecido trenza un látigo y arremete contra los traficantes de mercaderías y animales desalojándolos del lugar. Y es en ese momento cuando ya agora su muerte. "Destruid el Santuario y dentro de tres días lo levantaré". Frase que se les hace del todo ininteligible a los judíos, orgullosos de su Templo y que ha costado su construcción cuarenta y seis años. Se presentan entonces los sumos sacerdotes, escribas y ancianos y exigen una aclaración relativa a con qué autoridad realiza hechos como el ocurrido. La astucia de Jesús les pone en un dilema. Les interroga sobre la procedencia del bautismo de Juan: ¿del cielo o de los hombres?..
Entienden que están metidos en una ratonera y sus serias deliberaciones: si respondemos que de los hombres el pueblo se nos echará encima porque cree en Juan, si de Dios sería aprobar lo dicho por el profeta y admitir a Jesús, les aconsejan un mutismo total al que el Maestro responde de idéntica forma.
En este discurrir de la vida de Jesús, poco a poco va organizando lo que será a posteriori su reino. Sus apóstoles, como en un noviciado, son enviados a predicar. Es menester que vayan fogueándose en lo que luego ha de ser su labor primordial. Nombra su sucesor en la cabeza de Pedro. Pedro, ese hombre cazurro, mayor con respecto a los otros, es constituido en lugarteniente después que el Maestro sea ejecutado. Todos someterán su ministerio a este hombre, rudo e indocumentado, pero que será transformado en un auténtico jefe.
Se observa también, lo mismo que ocurre en todo poder, la ambición por el maestro entre los compañeros del grupo. Así la madre de los Zebedeos, Juan y Santiago, se presenta ante Jesús para solicitarle que coloque a sus hijos, uno a la derecha y otro a la izquierda en el Reino de los cielos. Esta solicitud provoca las iras de sus compañeros ciertamente celosos y ansiosos de ostentar tal poder y privilegio. Cristo en esta circunstancia se muestra enérgico y parece muy claro que no está decidido a dar la mínima opción a ninguno de los suyos sobre la categoría que han de ostentar. Aquel que algo quiera tendrá que ganárselo a pulso. Lo tienen que tener siempre presente.
"¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber o ser bautizados con la sangre con que yo voy a ser bautizado?... El cáliz que yo bebo, beberéis vosotros, pero el sentarse a mi diestra o a mi izquierda no me pertenece a mi concederlo".
En la última cena se repite un hecho análogo, un cierto altercado porfiando sobre quien sería considerado como el principal entre todos.
Reúne a todos y les dé una plática política de primera magnitud.
"Ya sabéis que los que son tenidos como jefes en las naciones, gobiernan tiránicamente a los súbditos y los grandes entre ellos ejercen la autoridad vejándolos. No debe ser así entre vosotros, el que quiera ser el primero de vosotros será esclavo entre ellos".
Esta alocución tiene su prolongación en la última cena, "Los reyes de los pueblos los tiranizan y los que los avasallan se llaman bienhechores".
En estas disputas los apóstoles demuestran que no han alcanzado a discernir el reino de Dios, que en ellos subsiste la idea material de ese rey terrenal, que no han deducido nada de las pláticas del Maestro manifestándoles la esencia de su Reino.
Vamos a encontrarnos el único momento en que el pueblo judío asume la categoría de Rey en Jesús. Se trata del instante en que tomando un pollino y cabalgando sobre sus lomos entra en Jerusalén. "Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Señor" aclama la muchedumbre a voz en grito.
Este espectáculo no puede por menos que ofender en lo más recóndito de su alma a los fariseos.
"Maestro reprende a tus discípulos" es su súplica airada. "Os aseguro que si ellos callan hablarán las piedras". Es el evangelista Lucas quien nos narra este suceso en su libro. Juan también se explaya sobre este acontecimiento: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel! Y Juan matiza clarividentemente cual es la razón de esta acogida tan multitudinaria y que hace agitarse los cimientos de las autoridades de Israel. Porque habían oído el milagro de la resurrección de Lázaro. Así como los demás evangelistas hacen más una crónica histórica de la vida de Jesús, es san Juan quien verdaderamente se dedica a exponer el espíritu y la doctrina de Cristo, es el teólogo del Señor.
Interpretando el estado de Israel en esos días nos hallamos ante una verdadera dictadura promovida por la clase eclesial, dotando al pueblo de unas leyes estrictas, ordenancistas, donde prima ante el espíritu de las mismas, la letra, letra que se cumplirá inflexiblemente con puntos y comas.
Impera el recelo y el terror y vemos como son contados los hombres de la alta sociedad los que arriesgan a ser sus seguidores por temor a ser separados y echados de la Sinagoga, verdadero Congreso de los Diputados, Todo el mundo tiene que pasar por el cedazo de esta autoridad y esta autoridad ve que por unas causas u otras la gente les va dejando de lado y es necesario retomar el primitivo estado de cosas y no conciben otra alternativa que la muerte del líder. Llevan maquinando, tiempo ha, la manera y sobre todo el raciocinio de los motivos que les ha inducido a ello. Temen al pueblo pero entienden que el pueblo es frágil de memoria e incluso un tanto inconsistente en su fe, como lo ha venido demostrando a los largo de los anales de la historia. Esperan por ello una ocasión propicia y entonces nadie ni nada los detendrá.
En tanto, Jesús, impávido a estos avatares, va preparando el final de su legislatura, comunicando a sus discípulos por medio de sus parábolas o metáforas semejante advenimiento y ellos que han convivido durante tres años con El no entienden nada de nada. "Destruid este Templo y en tres días lo reedificaré". En otras ocasiones se lo manifiesta con meridiana claridad, hasta tal punto que debe retirar con acritud a Pedro y disuadirlo de su intento de apartar de la mente obtusa del pescador la idea de convencer a Jesús de la inutilidad de su sacrificio. "¡Vete, quítate de delante, Satanás!, pues tienes miras humanas y no según Dios".
La existencia de tránsfugas es tan antigua como la vida misma, al igual que los vendedores de sus ideas al mejor licitador y Jesús no puede tampoco escapar a este factor. Conocedor del futuro es conocedor de la traición a que va a ser sometido por uno de los suyos. "En verdad os digo: uno de vosotros, uno que come conmigo me entregará". Aquellas palabras cayeron como una losa. Fácil es imaginar el acoquinamiento que sentían esos hombres, incrédulos ante tal noticia, temerosos de poder cometer tal desvarío, porque aún cuando hay un cúmulo de cosas e ideas que no llega a abarcar su mente humana, lo cierto es que han llegado a amarlo con todo el amor de que aquella gente sencilla y humilde es capaz.
Estando cenando, Judas Iscariote se ausenta del ágape sin que nadie de los comensales le dé la mínima trascendencia, sumidos como están en ese estado de misterio, ante una situación que se les antoja ácida y suponiendo que marcha a un encargo, tesorero como es del grupo.
Caminó hasta la Sinagoga y allí les ofreció a los sumos sacerdotes la entrega en un momento concreto de Jesús. Había llegado la hora, ¿qué mejor ocasión que la que se les presentaba delante? Nada menos que uno de los suyos iba a entregarle al Nazareno. Se frotaron las manos de satisfacción y prometieron recompensarle con dinero, treinta monedas de plata era su precio.
Jesús es prendido en el huerto de Getsemaní. Ha sudado sangre al visionar todo el sufrimiento que le sobreviene, multiplica su dolor el no poder contar en aquellos momentos de angustia, trágicos con la compañía de sus íntimos, Pedro, Juan, Santiago, que duermen como si tal cosa. Se oye el tumulto de una turba de gente que se acercan con garrotes y lanzas y Jesús, con docilidad aguanta estoico la postrera traición de su compañero de viaje y recibe en su mejilla el beso del infiel Judas, señal inequívoca para que la autoridad arremeta contra El.
Ahora se podrá verificar la desmesurada autoridad de la clase sacerdotal y de los escribas. "Fue Jesús conducido ante el Pontífice". Estamos ante un juicio político en toda regla. Es perentorio encontrar una causa razonable para su muerte. No hay que reparar para nada en los métodos, "compraron testigos falsos", ni las maneras, pero todo resultó inútil. La llegada de dos testigos que aseguraban haberle oído decir que era capaz de destruir el Templo y reedificarlo en tres días pareció despertar del letargo a Caifás quien estaba más que molesto por la actitud de silencio del reo y preguntándole en nombre de Dios, si era el hijo de Dios, el Mesías, se revolvió como una culebra. Jesús responde afirmativamente. Todos los reunidos siente un alborozo extraordinario y sus ojos henchidos de odio están a punto de salirse de sus órbitas, por fin, por fin, han encontrado una causa por la que juzgarle y por supuesto condenarle; "ha blasfemado".
El estado de Israel en aquellos años estaba bajo dominio de Roma y el procurador era a la sazón Poncio Pilatos. Ante este hombre que dista mucho de entender de qué va la cosa es presentado Jesús y ante este hombre contesta con firmeza y afirma su condición de rey.
De sobra entendían las autoridades judías que el argumento que habían hallado en el Sanedrín para condenar a Cristo no era válido para los romanos, de ahí la necesidad de encontrar otra causa para su condena ante el Procurador.
Nada mejor que acusarlo de soliviantar al pueblo, de prohibir el pago de los tributos a Roma (recordar aquí su frase. "al Cesar lo que es del Cesar...", se proclama Mesías y Rey, argumentos que consideran óptimos para agitar la cólera de Pilatos y ver en ese hombre un potencial peligro para el Imperio. La estoicidad manifiesta, la impavidez y firmeza en sus respuestas agotan las acusaciones de sus enemigos y Pilatos debe manifestarles que no lo encuentra culpable de cuanto le acusan.
Es conducido a Herodes, por ser galileo. Tiempo hacía que el Tetrarca deseaba conocer a Jesús en persona, muchas eran las noticias que le llegaban a su palacio de maravillas, milagros y doctrina, y ahora lo tenía allí, delante de su rostro, como en calidad de reo. Siquiera consiguió palabra alguna de la boca de Cristo. Estaba comiéndose los hígados y ante su desesperación optó por mofarse vistiéndole de rey. Pese a todo, tampoco el rey Herodes es capaz de condenarlo.
De nuevo remitido ante Pilatos, hombre que parece justo y que opta por una postura cómoda como es juzgarlo ante la plebe, así su condena no manchará su conciencia.
En tanto, los sumos sacerdotes, escribas, fariseos están realizando una ingente labor de proselitismo, enfervorizando a la muchedumbre para que solicite la crucifixión de Jesús.
No estando el Procurador convencido de tales cargos y sabedor de que había sido entregado por envidias quiso quemar el último cartucho y adopto una solución salomónica. Suponía que presentándoles un homicida y ladrón y la disyuntiva entre Barrabás y Jesús, el pueblo escogería la libertad del maestro. ¡Que poco conocía la manipulación de la que había sido objeto el pueblo!
Como era costumbre por la Pascua soltar a un reo así lo hizo. El pueblo presa de una intoxicación por parte de las autoridades eclesiásticas, permanecía ofuscados por las ideas que en ellos habían infiltrado sus jerarquías.
¡¡Que suelten a Barrabás!! Pilatos se encuentra acorralado y no encuentra salida. Lo manda azotar como postrero recurso en su poder y de nuevo lo muestra al pueblo con un aspecto lastimero y coronado de espinas. Espera conseguir con esta imagen desoladora la misericordia de aquella plebe exaltada. El resultado es el contrario, la gente vocifera con mayor ahínco.
La alta jerarquía que odia a muerte a los romanos, no siente el menor rubor de renunciar a sus ideales, de venderse al enemigo, sin con ello consigue su objetivo primordial: condenar a Jesús. Semejan vasallos celosos y fieles de Roma. "Si sueltas a ese no eres amigo del Cesar, porque todo aquel que se profesa rey va contra el Cesar".
Esgrimidos cuantos argumentos tenía en su mano, Pilatos se ve en la tesitura de soltar a Barrabás y condenar al Mesías. Firma una sentencia que él comprende no es ecuánime pero la inquietud por las algaradas y el temor al mismo Cesar es más fuerte que sus convicciones. "Tomando agua se lavó las manos, "Soy inocente de la sangre de este justo".
Y el pueblo entero se transfigura. Aquellos que han comido panes y peces, que han quedado estupefactos por la resurrección de Lázaro, que han admirado la curación de leprosos, ciegos... que han quedado boquiabiertos ante la doctrina sobrenatural, todos sufren un ataque inopinado de amnesia total.
Su jerarquía ha conseguido transformarlos en enemigos pletóricos de odio, sedientos de sangre. Ellos han sabido tocar el punto débil de la población, han alcanzado la meta propuesta.
El campo estaba muy bien abonado desde siempre. El pueblo espera un rey que lo libere, en este caso de los romanos, un rey que los haga grandes y temidos, que domine la tierra y todo el mundo se pose como escabel a sus pies.
Jesús es admirado por toda su trayectoria en sus tres años de vida pública pero ha tenido la osadía de proclamarse rey, un rey con un ejército de pobres hombres, desarmados, timoratos, con una doctrina contraria a la de Iahvé, "perdonad a vuestro enemigos".
Su fin: pasará a la historia como un profeta más y con el mismo final que casi todos ellos.
Se entiende que Jesús les ha desengañado y esa frustración ha calado hondo en la población. La espera del pueblo judío ha sido casi eterna y ahora que se ha cumplido el tiempo, se encuentran con que todo cuanto prometió Iahvé se ha ido al garete.
No existe ningún libro sagrado que no esté repleto de grandes augurios, que no manifieste el amor de Iahvé por el pueblo predilecto, de demostraciones prodigiosas, también de castigos ejemplares para la reconducción al buen camino.
Ha enviado delante de si a grandes patriarcas, a próceres profetas, reyes y jueces gloria del pueblo israelita y todo ello, ¿para qué?, se preguntan. Y la respuesta es huera. Se restriegan los ojos intentando quitarse esa pesadilla que les corroe. No, no puede ser.
Es conceptible una desesperación y un desencuentro con quien hace alarde de ser el Mesías esperado, el Salvador de Israel y se comporta de manera anómala, contradictoria incluso a lo que de él se esperaba para su pueblo.
En buena lógica, ese, a su manera "engaño", tiene que suscitar un odio eterno, inconmensurable.
Obvio pues, que teniendo unos políticos que saben tocarle la fibra al pueblo llano, este se lance contra el embaucador y lo realice ciego de cólera, al modo de bestia furibunda atacada por la enfermedad de la rabia. No son ellos, son unos posesos incapaces de poner freno a su ira...
Sobre la cruz han colocado el letrero I.N.R.I. Jesús Nazareno, rey de los judíos. Es la proclama de su condena.
Ha andado Jesús sobre un campo minado y solo ha hecho falta una chispa que iniciara la explosión.
En política, hemos aprendido, que es menester muchas veces saber bandear, tratar de sortear astutamente ciertas situaciones, realizar infinitas promesas a un pueblo que al día siguiente queda decepcionado y que sumiso recurre de nuevo a la llamada de los mismos y trastoca su desilusión en perspectivas, en un nuevo señuelo que verá roto al poco tiempo para ir perdurando el rito constantemente,
Llegados a este punto, trasladémonos en el tiempo a aquel instante puntual de la historia judía.
Este pueblo judío, merecedor heroico de un monolito a su sufrimiento, cuenta por segundos los días que restan para el advenimiento de su rey salvador.
No debemos olvidar que esperan un liberador magnífico, un vengador de tanto calvario, un rey que hará de su pueblo un pueblo grande, el más poderoso de la tierra a quien todos los demás reinos e imperios deberán someterse.
Y sí, se encuentran con un gran animador de masas, con un orador de gran calado, a una persona con poderes extraordinarios, divinos, obrador de portentos, pero que en principio no difiere apenas en nada de cualquier profeta precedente.
Su primera manifestación a los doce años, con toda seguridad que fue tomada más como la de un niño prodigio que de un profeta o enviado de Dios. Han transcurrido muchos años de aquel acontecimiento y varios de aquellos sabios doctores con quienes pleiteó reposan en el valle de Josafat, otros se encuentran en un estado senil, algunos son de su quinta e ignorantes de aquel acontecer, se ha criado en un humilde villorrio, a la sombra de un más que humilde carpintero sin dar señales de vida y asoma ahora a los 30 años proclamándose el Mesías, el Hijo de Dios.
El pueblo inmerso en un estado de ansiedad tal que en ese momento cualquier orador de verborrea fácil, cualquier mago o milagrero podría sin mayor adversidad producir el efecto que se realiza en Jesús.
En la clase pobre, siempre la más castigada por todos los motivos, guerras, estatus social, hambre...provoca un halo de bienvenida, y entienden en su mensaje una doctrina de liberación, pero no debemos obviar que se trata de una liberación material y muy concreta la que colmará su esperanza.
Y enfrente se encuentran con un personaje extraordinario, si, pero muy lejos de la realidad, del ensueño que se han forjado, es más, con un ideario totalmente adverso a su mentalidad.
No debe cogernos por sorpresa su extrañeza al oír las palabras y el mensaje del perdón a los enemigos, ellos que han padecido innumerables escarnios, grandes razias, esclavitud, éxodo cuasi eterno, doctrina que hace añicos todo su esquema, que tira por tierra toda la doctrina de los profetas, que profana la alianza de un Iahvé liberador y vengador con su pueblo.
En esta situación se comprende la facilidad que tienen las autoridades, los sumos sacerdotes para embaucarlos y conseguir todos sus propósitos.
Por contra en el poder, los sentimientos provocados son de temor. Los doctores y jueces no ven en El, al Mesías, porque tampoco cuadran sus actividades en sus parámetros. Su miedo radica en la posibilidad de una rebelión de masas que haga tambalear su estatus de poder.
Ellos no son ignorantes, son personas cultas y contemplan ante si a un hombre con gran poder de convocatoria entre la clase baja, capaz de arrastrar tras de sí a cientos de personas con una doctrina si duda muy peligrosa para ellos. Un hombre suficiente, capaz de enfrentar y poner a parir a la misma representación de Iahvé en la tierra.
Un pueblo sometido cuando halla un líder de estas características, se involucra en esa apología y puede resultar un gran peligro.
Su sapiencia, su astucia de políticos consumados, les hace llegar a la comprensión de que para descabezar esa "revolución", debe emanar del pueblo mismo, soberano, pese a todo, para dar y quitar, el rechazo al mensaje salvífico de Jesús.
No resulta práctico ni sensible en dichas circunstancias el enfoque político por consistir en un terreno resbaladizo y peligroso. La muchedumbre, es una realidad contrastada, sigue a Jesús por ese poder de arrastre, también por el poder sorpresivo de su doctrina, sin negar el poder de convocatoria de sus numerosos prodigios.
Tocando este tema, es inexcusable la reacción del pueblo, por tanto es menester tocar el lado sensible que no puede ser otro que la desilusión. Hay que arruinar esa esperanza de liberación, esos anhelos de grandeza. Este pueblo necesita ser inyectado con ideas contrarias al mensaje de Jesús, hacerle notorio que dista mucho de ser el Mesías, el enviado de Iahvé para la redención de Israel.
Políticos como son, entienden que su juego ha de desarrollarse a dos bandas. No mentar para nada el aspecto político ante sus gentes y jugar con él ante Roma y viceversa, dejar aparcado el tema religioso en la conversación con Pilatos y alimentar a la muchedumbre con el desencanto, en el fraude.
La historia nos relata cómo fueron unos verdaderos ingenieros de la dialéctica, de la persuasión, del movimiento de masas. El resultado ahí está presente: La Crucifixión.
De todas maneras los escribas y fariseos no las tiene todas consigo y tomando como excusa que su cuerpo pudiera ser robado por sus discípulos y comentar con posterioridad que había resucitado, se dirigen de nuevo, el día siguiente, a Poncio Pilatos para pedirle que coloque vigilancia en el sepulcro. Recuerdan aquellas palabras proféticas de la destrucción del Templo, y sospechan que deba tratarse de su cuerpo.
Al tercer día Cristo resucita y confirma su cualidad de Mesías, en quien se han ido cumpliendo todas y cada una de las predicciones de los profetas.
Si hasta los apóstoles no podían dar crédito a la noticia de las mujeres que acudieron al sepulcro, mucho menos podían darle los escribas y fariseos y todo fueron calumnias y maledicencias.
Era vital de necesidad que la noticia no se propagase entre la población del lugar. Tal conocimiento acarrearía un desprestigio, una sorna y sin duda lo que más les amedrentaba era la ira del pueblo, tan voluble en ciertas situaciones. En una reunión del Sanedrín se acuerda recoger una copiosa suma de dinero y dársela a los guardianes de la tumba. La orden: propagar que los discípulos durante la noche mientras ellos dormían se habrían apoderado del cadáver. Aplacaron su temor a ser castigados, pues esta comunicación los ponía a ellos en un brete ante el Procurador, diciéndoles que no temiesen nada, que ellos se encargarían de interceder ante Pilatos para que ninguna represión les sobreviniese. Así lo hicieron y se divulgó esta versión entre los judíos y perdura hasta el presente.
Aquí no importa el procedimiento, el método, sino la eficacia y el resultado que ello dé.
Como puede comprobarse este sistema de embaucar al pueblo ha existido desde siempre. Es irremediable parar al menos el primer golpe y que las aguas surquen su cauce con mansedumbre, después el golpe será más fácil de controlar si es que llega a descubrirse.
¿Cómo podían ser los apóstoles, personas tan pusilánimes, que permanecían encerrados por acojono de las turbas, quienes robaran el cuerpo de Cristo?








DESPUES

Cristo ha resucitado y salvo raras apariciones sus discípulos permanecen encogidos, arrinconados, temerosos de cualquier represalia por parte de los judíos.
Todo el basamento de la historia Sagrada está en estos momentos en entredicho. Parece que la espera ha sido inútil a tenor de los resultados, La gente está desengañada, todos sus esquemas han caído rotos en añicos. ¿Qué esperanza les queda?
Vamos a tener que encontrarnos con la mano de Dios que guía a su pueblo de nuevo, como en una era estrenada y que parece que va a romper con todo lo anterior.
Hay que transformar a esos apocados hombres y mujeres en aguerridos luchadores que no dudaran de dar la vida por su Maestro,
Han de ser ellos, impelidos por la fuerza del Espíritu Santo los que continúen la labor de Jesús, los que expandan la doctrina por todos los rincones del orbe, manifestando con su poquedad que ello es obra de Iahvé.
Pero nos daremos cuenta a través del tiempo que esta incipiente Iglesia, esta embrionaria nación irá paulatinamente componiendo todos los estamentos necesarios para que llegar a lo que hoy día vemos.
De nuevo nos encontramos prácticamente en el punto de arranque, en el punto cero.
Cristo no ha dejado más que un mensaje escatológico. Se ha limitado tan solo a ordenar a su sucesor, pero sin que haya configurado una organización con un mínimo de solidez para una estructura tan compleja como lo que se pretende con su ideología. Eso y el mandato de "id y predicar la buena nueva a todas las gentes del universo"...
Los primeros tiempos son también todavía de persecución. Entendamos que pese a la muerte de Jesús, existe una célula diminuta, pero célula al fin, con una ideología peligrosa para el status social de la clase gobernante en Israel.
Está todavía muy fresco en la mente popular los acaecimientos recientes y la duda sobre la resurrección y en aquellos tiempos la gente se deja engatusar con falsos profetas, con magos que proliferan sin control...
Producto de este esbozo dejado inacabado por Cristo, los discípulos, sin organización definida, basan su asamblea, su sistemas de convivencia como una comunidad igualitaria, donde todo es de todos y todos son para todos.
Al igual que en tiempos pretéritos, ahora por mor de Pedro, toda esa doctrina estará refrendada por hechos y castigos muy graves al igual que Iahvé con su pueblo en los años de desierto. Ananías después de haber vendido una casa y haberse quedado parte del dinero es reprendido por Pedro cayendo a tierra y expirando, al igual de que esposa, es un ejemplo.
Estos humildes discípulos, transformados por el Espíritu, van realizando obras maravillosas, curaciones extraordinarias, y el pueblo de nuevo se rinde ante tales prodigios. De nuevo renace en ellos un hito de esperanza, sin que probablemente en principio sea la doctrina la que les lleve a seguirlos, sino que al igual que con su Maestro, el pueblo seguirá mientras observe los milagros.
Conocedoras las autoridades eclesiásticas de este movimiento que pretendieron en su día abortar han de volver a poner manos a la obra para cortar por lo sano este novel brote de insurrección y apresan a los apóstoles y los encierran en la cárcel. Dios que va a seguir marcando las pautas de todos los advenimientos los rescata por medio de unos ángeles. Solo Gamaliel, fariseo y docto del Senado supo argumentar con sabiduría el estado de las cosas. "Dejadlos estar, que si es cosas de los hombres tarde o temprano desaparecerá, tal como ha ocurrido con otros cabecillas que con su muerte, fue la muerte de su movimiento. Si es de Dios perdurará y no es cuestión de enfrentarnos contra Iahvé”
Como el movimiento va tomando un auge y el acrecimiento de seguidores comienza generar serios problemas. Hay dos facciones que se enfrentan por cuestión de la atención de las viudas.
Ante tal circunstancia los doce apóstoles convocando una asamblea, abordan una organización de la Iglesia. Ellos serán los sacerdotes, depositarios de la doctrina, y es muy importante tener en cuenta esta referencia porque con posterioridad dejará la impronta de todo un sistema de organización, se nombrarán varios diáconos, cuyo trabajo vendrá a ser similar al de los levitas. Se entenderán de todo lo relativo a alimentos, a lo material. Ya podemos comprobar cómo comienza una diferencia de tres órdenes, la sacerdotal, la diaconal, y el resto de seguidores.

Y va a transcurrir poco tiempo y nos vamos a encontrar con uno de los capítulos más importantes de la historia de la Iglesia. La conversión de Saulo de Tarso. Ya se ha visto con anterioridad como este hombre joven y enérgico de fuerte carácter ha perseguido a los cristianos, pero pese a ese furor enemigo su corazón es honrado y su conciencia recta, así que cuando comprende por medio de un hecho insólito el nuevo mensaje, no duda en ningún instante en emprender dicho camino y con las mismas energías que antaño.
Estamos ahora mismo comenzando un nuevo ciclo, todo el sistema que había preparado Iahvé perece que se ha venido al suelo, que todo cuanto se había dispuesto no encaja en las mentes de los israelitas, que ese Mesías que como tal se proclama, pese a ser un gran personaje, no termina por convencer a su pueblo.
Si vemos los Hechos de los Apóstoles, comprendemos que toda la predicación va seguida de milagros y hechos portentosos, lo que hace numerosos prosélitos, pero todos los gentiles están en otra onda porque ellos no han conocido las escrituras y ven esta doctrina con ojos limpios, no enturbiados por malas interpretaciones, tergiversaciones intencionadas. Y comienzan los primeros altercados por mor de la letra que no del espíritu. Era menester para los judíos que todos los nuevos conversos debieran ser circuncidados. Estamos en el primer concilio de la Iglesia en la que se conviene que no es preciso de tal acto para la salvación. En el libro comentado encontramos prácticamente toda la vida misionera de san Pablo.
San Pablo va a ser el gran teólogo de la primera cristiandad. Va a exponer en sus cartas con suma claridad toda la doctrina de Jesús explicada con seriedad y enfrentamiento si es menester con personas que aún mantiene conceptos obsoletos de doctrinas antiguas.
Partirá de una cuestión que era motivo de gran división en aquellos tiempos: las diferencias que los judíos creían tener con los gentiles por el mero hecho de ser el pueblo elegido por Iahvé. Para Dios existe la conciencia natural, y solo cuando la persona que se convierte tiene conocimiento de la ley esta es entonces cuando le obliga.
Es encarnizada la lucha que mantiene con el concepto de circuncisión, que ellos siempre atienden más a la letra que al espíritu de la misma.
Esta defensa a ultranza de los gentiles le va a llevar a tener un incidente con Pedro. Algunos apóstoles, Pedro, comía con los gentiles pero cuando llegaron a Antioquia, este se separaba por temor a los circuncisos. Pedro fue reprendido muy severamente
Expresa todo el sentimiento del perdón a los enemigos, sentimiento que siempre ha chocado con la mentalidad judía en contra de los gentiles. Ellos son el pueblo elegido y en su mentalidad está el convencimiento de que todos los demás pueblos deben ser subyugados y sometidos a las leyes que profesan.
Viene las desinencias entre las distintas facciones, al igual que en partidos políticos donde los afiliados van decantándose por uno u otro líder
Va a ir tocando temas, sobre todo en su carta a los Corintios, que en aquellos tiempos de un machismo increíble, nos parecen al día de hoy de una lectura muy adelantada a su tiempo y que incluso en el día de hoy también da un ejemplo para muchos pueblos y gentes.
La mujer ya con Cristo tiene un carisma especial. Si regresamos a aquellos tiempos comprobaremos que el estado social de la mujer es denigrante, esclavo, y es Jesús quien primero da la cara y defiende a una mujer en público, quien no tiene reparo alguno de que sean sus ayudantes y discípulas. San Pablo nos va extender toda esta doctrina en su carta a los Corintios.
En su carta a los colosenses vuelve a insistir entre la igualdad de hombre y mujer y da un pequeño resumen de lo que podría ser todo un programa político-social.
Se preocupa también sobre la organización de la jerarquía. Dibuja magistralmente la figura y la manera de ser del obispo. Lo adorna de una serie de virtudes imprescindibles para su labor pastoral, sobrio, prudente, hospitalario, no dado al vino, casado una sola vez... y sobre los diáconos igualmente casados una sola vez, sin doblez en su palabra, debiendo ser un verdadero ejemplo para el pueblo cristiano.
Bueno es tener en cuenta que a los obispos se les permite tener una mujer por una sola vez, al igual que los levitas que tarde o temprano se convertirán en los actuales sacerdotes. Cuando sigamos la historia de la Iglesia no vamos a encontrar ningún argumento doctrinal ni teológico que nos haga y razone los motivos del actual celibato. Serán argumentos varios y entresacados y buscados en cada momento histórico pero nunca con una base dogmática ni mucho menos teológica que le dé la razón para llegar en estos momentos a la circunstancia en que se encuentra la Iglesia actual.















De los Apóstoles sabemos muy poco de ellos, quitando san Pedro, San Pablo, San Juan y Santiago.
En una conversión – se habla de tres mil- el día de Pentecostés, surge esa chispa que prendera en los distintos territorios y naciones.
Por el año 300 surge la paz de Constantino. Este emperador ve con gran perspectiva el poder de unidad, de conglomeración que esta doctrina que se está expandiendo con una celeridad envidiable por todo el orbe. Promulga una serie de disposiciones decretando la libertad de creencias con el fin de que la religión cristiana tenga cabida en el Imperio. Estos decretos fueron poco menos que olvidados. Era una concepción demasiado avanzada para aquellos tiempos, pero el propósito que se pretendía quedó consolidado.
Va a ser el propio Constantino – sobre quien todavía hoy recaen serias dudas en torno a lo genuino de su fe, siendo como era adorador del dios Solis Invictus.- quien organice el concilio de Nicea, no los obispos.
Es necesario traer a la memoria que muchos de los asistentes al concilio, más de trescientos, todavía llevaban impresas en sus carnes las marcas de la persecución, que muchos de ellos habían sufrido cárcel, tortura o exilio poco años antes a causa de su fidelidad. Todos ellos son ahora invitados del emperador, y podrán tener conciencia física de la universalidad de la iglesia, muchos de ellos solo se conocían a través de cartas o de oídas.
Fueron varios los temas que se trataron en el citado concilio, se compuso el credo, compendio de una serie de ideas que expresará la fe de la Iglesia en todo lo referente a las cuestiones debatidas.
La no firma por parte de los arrianos de este Credo, origina uno de los cismas por los que tendrá que pasar el cristianismo. Son anatematizados por los obispos y depuestos de su sede. A esta sentencia, Constantino añade la suya propia: los obispos destituidos deberán abandonar sus ciudades. Esta intromisión va a traer consigo consecuencias funestas, instaurando un precedente por el cual el estado intervendrá para tutelar la ortodoxia de la Iglesia o sus miembros.
¿Cuáles fueron las resultas de esta alianza bilateral Imperio-Iglesia?
El emperador satisfizo de privilegios a los cristianos, haciendo del cristianismo la religión semioficial –tomo carácter de pública algunos años más tarde en el año 380 con Teodosio. Algunos obispos fueron agraciados con puestos de relieve, confiriéndoles labores más propias de funcionarios o políticos. La contraprestación va a consistir en la posibilidad por parte del emperador de intromisión en muchas decisiones eclesiásticas. Estas consecuencias tan negativas no fueron previstas en su momento. Las prestaciones fueron recíprocas. Fueron inevitables las desviaciones de prelados frívolos, mundanos, que en devolución de favores y gracias recibidos, no eran sin embargo inmunes a la corruptela del poder, cayendo en desmanes y un servilismo absoluto. La mentalidad romana trajo consigo la uniformidad en cuestiones accesorias y fueron contempladas por los emperadores como instrumento ideal para alcanzar una unificación más eficaz y segura del Imperio, tanto en el aspecto civil como en el espiritual.
En esta reciprocidad, pese a las desviaciones, imperfecciones de los cristianos, su religión deja un poso en la vida social. Aumentar la dignidad de los esclavos hasta conseguir su extinción. La integridad del matrimonio…
Los concilios posteriores se verán resentidos por la intervención estatal, que coarta la libertad espiritual, convirtiendo en muchas ocasiones las discusiones doctrinales o disciplinarias de la Iglesia en problemas de Estado.
Van ir surgiendo a lo largo de estos primeros siglos de cristianismo numerosas tesis sobre temas muy variados: negativa de la divinidad del Espíritu Santo, maternidad divina de María, el Monoteísmo (una sola voluntad en Cristo), que hacen menester la convocatoria de varios concilios. En todos ellos la figura del Emperador tendrá una gran relevancia.
En el I de Constantinopla (381), el emperador en cuestión es Teodosio el Grande.
Con Teodosio el Joven se convoca el de Éfeso en el año de gracia de 431.
Participa en el de Calcedonia en el año 451 el emperador Marciano.
En el año 553 y reunido por el emperador Justiniano ante la ausencia del papa Virgilio se celebra el II de Constantinopla.
Será la emperatriz Irene la participante en el II de Nicea. Es en el año 787.
A mediados del siglo noveno aparece en la silla patriarcal de Constantinopla el emperador Focio, que comete toda clase de arbitrariedades, incrementando las hostilidades con Roma, lo que da pie a la convocatoria de un nuevo concilio que va a ser el IV de Constantinopla bajo el auspicio del emperador Basilio el Macedonio, (869).
Todavía por el año 1123 en el primer concilio de Letrán, se hace notoria la presencia del Emperador. Versa el mismo sobre el concordato de Worms, entre el arreglo del papa Calixto II y el emperador Enrique IV, referente a las investiduras eclesiásticas.
Como se ha comprobado desde el siglo IV la connivencia entre Iglesia y estado es total y beneficiosa para ambos lados.-
Los reyes van trasfiriendo cierta autoridad política a obispos y abades en sus jurisdicciones incluidos títulos de nobleza.
Consecuencia de esta situación es la participación de los laicos. Se inmiscuyen en cuestiones intrínsecamente eclesiásticas tales como: nombramiento de obispos y abades, entrega de anillo y báculo propio de su cargo…
Lógicamente los intereses políticos llevan a cometer grandes tropelías, favoritismos escandalosos, y tener una representación indigna de la autoridad eclesial.
La Iglesia, en siglos posteriores, sobre todo en el Medioevo, va a ver aumentada esta influencia en su estamento. Donde ambos poderes se confunden prácticamente en uno. Donde la Iglesia ha adquirido el poder tanto en lo material como en el ambiente espiritual, habiendo decaído este último de una manera fulgurante, salvada solo por los grandes ascetas, teólogos eminentes y grandes santos de enorme carisma.
Será en el año 1545 cuando se inicie el concilio de Trento que intentará poner fin a semejantes desvaríos e imponer una seria disciplina eclesiástica. Además de la condena de Lutero y su doctrina protestante, actuó en temas de la importancia de la santificación y la gracia, sobre los sacramentos, el culto a las imágenes etc.
El Vaticano I entre varias cuestiones tratadas va a traer una fuerte controversia relativa a la infalibilidad del Santo Pontífice. En su texto es definida como monarquía divina: “la Iglesia es, pues, monarquía de derecho divino, y, el Papa recibe plena potestad directamente de Dios”
El Vaticano II va a ser considerado como el gran acontecimiento eclesial de la era moderna.
Tres son los puntos o logros que pretende conseguir:
,. Promover el desarrollo de la fe cristiana.
.- Renovación moral de la vida cristiana.
.- Adaptación de la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestros tiempos.
En su constitución “Lumen Gentium”, se ensaya una vuelta a los principios de la religión, una vuelta a sus orígenes.
Este renacer lo concibe el Vaticano II como un darle la vuelta en 360ª a la situación actual. El pueblo de Dios será el primer eslabón no interviniendo la jerarquía más que en un segundo lugar y al servicio del primero. Todos somos misioneros y por tanto todos responsables.
Este Concilio concluyó con cuatro Constituciones, nueve decretos y tres declaraciones.
Es el momento de hacer análisis concienzudo de si la iglesia ha sido capaz de llevar a cabo todos estos propósitos y proyectos transcurridos ya más de cuarenta años o ver en qué situación de realización se hallan en estos momentos.
Este cotejo es mejor dejarlo a criterio personal, aún cuando sobre el tema hay escritos ríos de tinta, hemerotecas repletas de comentarios, infinidad de ensayos, libros de gran calaje, actitudes para todos los gustos, extremos incluso.




















Resumen
¿Cuál podría ser, tras este pequeño estudio, nuestra conclusión?
Desencanto, desilusión por un General. ¿Es acaso Jesús, el culpable de este axioma?
El mensaje jesuítico no es entendido en sus tiempos por los judíos. Sus expectativas eran muy otras y resultaron encontradas. El tiempo está cumplido, las esperanzas a flote, el resurgir del pueblo de Dios en las mentes de todos y cada uno de ellos, y ante sus miradas atónitas un personaje con una imagen antagónica de su Rey. Con mensajes ininteligibles para sus sentimientos. Perciben en su espíritu la angustia de haber sido traicionados, de contemplar como todo ese mundo de reivindicaciones milenarias, de sacrificios ímprobos, todo ello se viene abajo, se desmorona. No dan credibilidad a lo que ven sus ojos y su cabeza aturdida, repleta de interrogantes, incapaz de raciocinio alguno opta por el camino más cabal: quitárselo de en medio. Y ahora, ¿qué?
¿Otra espera interminable, otro devenir azaroso, un descrédito a todas las creencias milenarias?
Resulta un dilema que cuesta mucho entender y ponerse en el lugar de esa gente.
Y Jesús, ¿desencanta a la iglesia, a su pueblo?
El hombre es el único animal que siempre tropieza dos veces. Da la impresión –certeza quizás- de que la Iglesia, pasados los primeros años de su existencia, no ha interpretado correctamente la ideología cristiana. El espíritu del axioma ha sido desvirtuado a través de los siglos de manera alarmante. Astutamente se han querido mantener unas formas, unos signos que únicamente revisten sus miserias de un espiritualismo caduco, mohoso.
Permanecen anclados en su poder terrenal, con parafernalias añejas, con liturgias arcaicas, con dogmatismos crueles y ancestros: teología de la liberación, celibato, sacerdocio de mujeres… son sus víctimas.
Y hoy día, si consideramos que la Iglesia es la imagen de Jesús en la tierra, a los hechos me remito, el mundo está desencantado con Ella. Ha desaparecido la ilusión de aquellos que sintieron como suyas las palabras del Maestro y se impregnaron de su espíritu, negándose a sí mismos hasta la extenuación y el martirio,
Sin apenas sembradores de aquella semilla divina capaz de transformar a los hombres, deambula hoy y no es capaz de sobreponerse a las críticas, de tomar una reacción que le haga colocarse a la altura de las circunstancias, temerosa tal vez, de perder algo que nunca fue suyo, porque sin duda subyace en su fuero interno el sentimiento de culpabilidad, de verdades a machamartillo que producen una sensación de seguridad y poder.
Jesús nunca ha sido un general, nada más lejos de su mente, si ha sido un líder, pero el líder exige esfuerzo, renuncia, entrega, ignorando las compensaciones, y eso, amigos, es muy fuerte. La tibieza, ese sí pero no, el aparentar más que ser, es algo que a Cristo le da nauseas: “porque eres tibio estoy a punto de vomitarte de mi boca”.
Y nosotros, ahora, ¿Qué?
¿Seguir viviendo en el desencanto o esperar un nuevo advenimiento de Cristo? Sería mucho pedir.

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