Y SI NO HAY NADA, ¿QUE?
Nacemos, y al segundo siguiente, como si
fuéramos un cuadro a subasta., como razias ya nos definen
genéticamente: igual que su padre, ¡que va! calcado a su madre! -como si los progenitores pudieran incluso dudar de quien es la
criatura.
El tiempo transcurre y llegan años en los que
parece es menester tomar una decisión: maestro como su padre, si es
niño..-
.- ¡Hombre, por dios! Que eso hoy por hoy es
un poco vulgar. Está más valorado ingeniero de comunicaciones,
médico…
Si el resultado del parto es niña pues más de
lo mismo, enfermera, azafata, cirujana.
Es curioso, nunca he oído que nadie propusiese
como futuro profesional “político”, quizás por que es
intrincado conseguir padrinos a veces alejados de nuestras
posibilidades.
Nadie de los veladores por el futuro de la
criatura se detiene, primero a ver si sus facultades dan para una u
otra cosa, eso sí, se harán esfuerzos ímprobos, “cueste lo que
cueste se ha de conseguir...” mucho menos en detener el tiempo en
una espera provisional para, llegado una edad, el susodicho tenga una
opción decisoria.
Transcurrido el tiempo fracasan las
expectativas bilaterales, dado que la persona pues toma una opción
que no cuadra con ninguno de los programas.
Decepción.
Resignación: “Ya es mayor que haga lo que él
quiera”.
Resolución: si la cosa sale bien, todos
estaban de acuerdo.
Digamos que esto es solo el prólogo de todo un
devenir.
Vale, ahora ya somos nosotros, individuales,
autóctonos, lo que no evita que se nos plantee ante nosotros
nuestro futuro,
Realizamos un croquis estudiado y metódico
con todo lo que ello conlleva de ilusiones, de proyectos que van a
contribuir en nuestra realización como personas.
Así, impreso en un papel, todo es perfecto,
pero el cada día nos obliga a usar el tiper, a arrinconar ideas, a
revisionar proyectos, incluso todo ello nos puede suponer,
desilusiones, depresiones e incluso abandono de todo lo esbozado.
Castillo de naipes derrotado por vaivenes no siempre achacados a
nosotros.
Nuestra individualidad esta coartada, rota,
arruinada..
Se nos hace menester encomendarnos a las
circunstancias, al momento económico a un sin fin de factores ajenos
pero prepotentes a nuestro ideario.
La “Suerte”, es un argumento muy esgrimido.
La Suerte es el dios de lo humano, de lo material, de lo político,
de un sin fin de elementos.
Pero como personas tenemos también el factor
espiritual.
Como casi todo lo pretendido no se obtiene, las
religiones nos proponen una panacea infalible.
“No pasa nada. Esto es tránsito, “valle
de lágrimas” y que mejor que pensar que como consuelo nos creemos
otro mundo, etéreo, ilusorio, elaborado a nuestro patrón; ahí si
que tenemos posibilidad absoluta de labrarlo a nuestra imagen y
semejanza, donde todas nuestras ilusiones serán colmadas, donde toda
nuestra utopía sea satisfecha,
Vaya “el nom plus ultra”.
Y cuando todo este relato, real, como la vida
misma, llegue a su epílogo:
¿y
sí no hay nada qué?
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